Una semana antes de que llegara el Día de Extremadura, 8 de septiembre, se me metió en la cabeza de celebrar el día de nuestra región en el Valle del Ambroz. Quería conocer en primera persona cómo había quedado todo tras el devastador incendio originado en Jarilla en el mes de agosto, a pesar de que me doliera en el alma ver todo el monte carbonizado.
Antes de pasarme por la «zona cero» tenía clarísimo también que iba a visitar a los seres más viejos de Extremadura: los Castaños del Temblar, en Segura de Toro. Sabía que estaban bien y que el fuego no había pasado por la zona en la que se hallan, no obstante, tenía que saludarlos en persona una vez más.
Sobre las 10:15 me ponía en movimiento hacia estos cinco castaños y en apenas veinte minutos estaba ante ellos. Como siempre, el Hondonero me dio la bienvenida con su enorme porte.

La ruta es siempre la misma. Del Castaño Hondonero pasé al Castaño del Arroyo, el más viejo de todos. Si otro devastador incendio, que esperemos que no, no se lo lleva por delante, tenemos castaño para muchos más años.

Como siempre he visitado este castañar por la mañana, las luces no son las más idóneas para captar fotos bonitas del Castaño Retorcío. Siempre, siempre me aparecen altas luces que luego son muy difíciles de quitar. Pero no quería irme sin llevarme una foto más de este castaño.

El Castaño Menuero era el siguiente en esperarme. Aunque su estado es excepcional me dio algo de pena ver que una de las grandes ramas se había partido y estaba tumbada en el suelo. Por lo demás, sigue conservando su porte y su belleza.

Y, por último, el Castaño Bronco me deleitó con sus múltiples encuadres. Junto al Menuero, este castaño es con el que más me entretengo con la cámara.


Con esta eran ocho las veces que visitaba los Castaños del Temblar, sin embargo, la de ayer fue la más especial y emotiva después de ser consciente que sus vidas corrieron peligro apenas un mes antes. Antes de despedirme de ellos hice una parada en la entrada al castañar para llevarme un último recuerdo, pues, visto lo visto, en cualquier momento se pueden perder y al menos que nos queden los recuerdos en la mente y en las fotos hechas.

Me despedí definitivamente de este entorno y puse rumbo hacia lo más duro del día, hacia lo que ha quedado tras la catástrofe.
Según me iba acercando a Hervás eché la mirada a lo alto de la sierra. Contuve el aliento al ver que la zona quemada rozaba la carretera del Puerto de Honduras a la altura de los castaños. Imaginé lo peor. Y, una vez tomada ya la carretera y comenzar a ascender, mis presagios eran de lo más nefastos respecto a los castaños que abrazan la carretera. Según iba ganando altura el rastro del fuego se veía en las cunetas.
Aparqué el coche al lado de la fuente donde siempre lo he dejado. Ahí ya supe que los castaños se habían salvado. Bueno, lo que queda de los castaños. Porque lo que era el Castañar Gallego en esta zona ya no existe. Y no porque el incendio lo haya arrasado sino porque ya se han encargado algunos de arrasarlo con la tala desmesurada de castaños. Me dio más rabia la pérdida de todo este castañar debido a la industria maderera que la pérdida por el incendio, pues el incendio fue originado por un rayo y ante eso poco se pudo hacer. La pérdida del Castañar Gallego es culpa de la mano del hombre.



Del camino que lleva a Gargantilla y que aparece en una de las fotos es donde he hecho las fotos más bonitas de todo el Valle del Ambroz en años anteriores. Era mi zona favorita de todo el valle para captar imágenes en otoño. Y, la verdad, visto lo visto, creo que nunca más volveré a verlo igual. Y miedo me da que sigan con la tala de castaños y se cepillen también los pocos que quedan a lo largo de la carretera. Por ahora, parece que se salvan. Aunque no les doy mucha más vida.




En las fotos anteriores se puede apreciar perfectamente en la cuneta hojas negras. Estos castaños sí que estuvieron a punto de salir ardiendo y perderse para siempre. Se ve que los protegieron. No por su valor ambiental sino por su valor en la industria maderera. Estoy completamente convencido sin miedo a equivocarme que serán los siguientes en ser talados. Si se hubieran quemado, algunos personajes habrían perdido bastante dinero. Y eso no entra dentro de sus intereses.
Con cierto cabreo por este maltrato al castañar más bonito de Hervás comencé a ascender hacia el Puerto de Honduras. Si ya de por sí mis ánimos estaban por los suelos por lo ya comentado, la subida hacia el Puerto de Honduras terminó por minar mi mente. A lo largo de mi vida he presenciado muchos fuegos, he visto perderse zonas con un gran valor ecológico (por ejemplo, el incendio en las Villuercas-Ibores-Jara en el verano de 2005), pero nada comparable a lo visto ayer. Siempre que he subido fotos al blog ha sido para promocionar lo bonito, mostrar la belleza de los paisajes o animales que me rodean. Hoy toca mostrar la otra cara, la fea, el desastre, la catástrofe.







Estuve cerca de 10 minutos buscando con la mirada algún signo de vida, sin embargo, mirara hacia donde mirara todo se veía carbonizado. Ni una sola retama verde. En la bajada hacia el Valle del Jerte todo estaba igual durante al menos 10 o 15 minutos. Fue en la zona baja donde ya se empezaron a ver algunos robles y cerezos verdes. Pasarán décadas hasta que se recupere toda esta zona, siempre y cuando no se vuelva a quemar. O siempre y cuando a algunos no les dé por talar sin control lo que vaya naciendo.
Con la amargura de contaros cómo ha quedado el Puerto de Honduras me despido hasta otra aventura. La siguiente, espero, será más alegre y volveré a mostrar paisajes otoñales de ensueño del norte de España. Y es que solo quedan 46 días para iniciar mi típico viaje de los últimos años por Los Pirineos. Este año toca volver a la Selva Oza, visitar por primera vez el Valle de Roncal y la Selva de Irati, y deleitarme de nuevo con los increíbles paisajes de la Sierra de Urbasa.

























