El sábado 25 de noviembre me acerqué por la tarde hasta Montánchez, localidad cercana a Cáceres, para adentrarme en su castañar. Quince días atrás estuvo un amigo y al mandarme fotos vi que estaba aún demasiado verde, por lo que deduje que en un par de semanas tomaría el color ocre y amarillo que me hubiera gustado.
Sobre las 16:00 mis pies se ponían en movimiento y se dirigían hacia el castañar. Los malos presagios aparecieron enseguida al ver desde lejos el castañar sin apenas hojas. Por momentos, mantuve la esperanza de que se tratara de los robles, que siempre tiran la hoja antes, pero la realidad era que tampoco se veía el monte lleno de color como otras veces.
Al llegar hasta los primeros castaños confirmé que estaban prácticamente pelados de hojas. Este otoño ha sido muy raro. Llegó muy tarde debido a los calores de primeros de octubre; y se ha ido súper rápido. Otros años he accedido a este castañar el último día de noviembre y aún quedaban la mitad de las hojas en los árboles. Resumiendo: no entiendo este otoño de mierda.
Paseé un ratito por él para captar algunas fotos. Al menos, me sirvió para salir de casa y desconectar un poco.
Castañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezCastañar de MontánchezMontánchezMontánchezCabra
Creo que con esta salida daré por finalizadas las aventuras otoñales del 2023, que ya da signos de agonizar. Siendo realistas, no ha sido el mejor otoño que he fotografiado, aunque, bien es cierto que he viví emociones fuertes el día que fui a las Gorgas de Alba, en el Valle de Benasque; al hayedo de Salenques, en el Valle de Barrabés; o en la carretera del Puerto de Honduras, en el Valle del Ambroz.
Sin más que contar, en mi cabeza ya tengo un esbozo del posible destino otoñal del año que viene. Aunque será el primero de muchos años que no tenga seguro de si voy a poder ir. En caso de que sí se pueda, ya sabéis: el otoño del norte está por encima de cualquier otro. Y será en una Comunidad Autónoma que aún no he pisado 🙂 🙂 🙂
El martes 31 de octubre abandoné el Valle de Benasque para poner rumbo al Valle de Arán, ya en Cataluña, sin embargo, hice una parada en el Valle de Barrabés, encuadrado también en el Parque Natural Posets-Maladeta. Este valle está a la otra parte del Valle de Benasque, es decir, los separan montañas y más montañas. Dicho esto, hay que dar un gran rodeo para llegar hasta él, quedando más cerca incluso del Valle de Arán que del Valle de Benasque.
La ruta por el hayedo de Salenques estaba marcada en rojo en el calendario y estaba deseando que llegara tal día, a pesar de que eso suponía que mis aventuras por el norte español tocarían su fin. Meses atrás vi fotos por las redes de este pequeño rinconcito del Pirineo Aragonés, por lo que cuadré la agenda para hacerle una visita.
Mi idea era haber dedicado toda la mañana a esta ruta. Quería deleitarme haciendo fotos con el trípode ligero, que me había llevado de viaje principalmente para esta ruta, pero no fue posible debido a que en mi primer día de ruta por Ordesa (ruta de Turieto a Torla) se rompió una pata del trípode y ya no servía. En el coche llevaba también el trípode grande, el que ya tan solo utilizo para fotografía de aves en los hides fotográficos, pero se me hacía muy pesado ir cargado con él a cuestas durante toda la ruta.
Comienza al final del Embalse de Baserca. Allí se puede dejar el coche en un pequeño aparcamiento. Mi llegada fue sobre las 10:30 y, enseguida, me puse en movimiento.
Inicio de la rutaEmbalse de BasercaAguas del río Salenques
En apenas cinco minutos te internas en la profundidad del hayedo de Salenques. Mis pensamientos me decían que el hayedo aún estaba muy verde y que no iba a tener suerte con el color otoñal.
Hayedo de SalenquesRío SalenquesHayedo de SalenquesHayedo de Salenques
Pero, pronto, según iba ascendiendo por el hayedo, el color verde empezó a cambiar hacia amarillos y marrones. Y, además, las sucesivas cascadas que se formaban en el río hacían un paisaje digno de admirar. Menuda rabia me dio no haber podido llevar el trípode para tirar fotos en condiciones.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Llegué a un punto que era muy fotogénico y me entretuve bastante tirando fotos con distintos encuadres.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Seguí avanzando hayedo arriba, pero apenas me movía unos metros y volvía a pararme para seguir captando la belleza del hayedo por el que caminaba. Aquello parecía un cuento de fantasía.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Estaba empezando a cansarme de subir entre los árboles. Si no hubiera sido por el increíble entorno por el que paseaba me habría dado la vuelta, pues el cuerpo me mandaba un mensaje diciéndome que debía parar. No obstante, no le hice caso y me hice fuerte mentalmente. Yo no quería abandonar aquel entorno y seguí en busca del puente que cruza a la otra parte del río.
Hayedo de Salenques
La sucesión de caídas de agua era continua y me paraba en cada una de ellas. Así también aprovechaba para descansar un poco.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Llegué a la parte más oscura del hayedo. Aquí me las tuve que ingeniar para poder tirar fotos que estuvieran bien expuestas.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
La llegada a una gran cascada me hizo ver que, pronto, estaría cruzando el puente que lleva a la otra parte del río.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Al fin, llegué al puente y tiré algunas fotos desde él.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Podía haber seguido la ruta sin cruzar el puente y así llegar hasta la Cascada del Pi, pero decidí seguir la ruta circular y volver hacia el punto de partida por la otra parte del río.
Indicaciones hacia el Embalse de Baserca
La vuelta no me resultó tan atractiva como la ida. Enseguida, al ver que el camino se apartaba del río, me di cuenta que la mejor opción era haber vuelto por dónde había subido.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Tan solo me entretuve bastante rato en un punto donde el camino se aproximó al río y decidí bajar a través de unas rocas. Un resbalón casi llegando al río hizo que me cayera de culo, por lo que aproveché para quedarme sentado y tirar las fotos que iba buscando.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Las últimas fotos las hice llegando casi al inicio de la ruta.
Otoño en el río SalenquesLlegando al inicio de la rutaHayedo de Salenques desde el exterior
Esta sería mi última ruta senderista por el Pirineo Aragonés y también de las vacaciones. Y, sinceramente, es una de las que más disfruté por el increíble entorno en el que se hallaba el hayedo de Salenques. Sin ningún tipo de duda, si algún día paso cerca, volveré a internarme en la profundidad de este hayedo.
Sobre las 12:30, dos horas después de haber iniciado la ruta, puse rumbo al Valle de Arán. Esa misma mañana visitaría una de sus cascadas más famosas: Saut Deth Pish.
El domingo 29 de octubre, con el cambio horario en nuestros relojes, salí temprano del hotel en dirección a los Llanos de Turpí. Desde allí parte una ruta corta (la más corta de todas las que hice en mis vacaciones) de apenas 2,5 km. Sin embargo, ya conocéis el dicho: el tamaño no importa.
Desde el día anterior supe que este paseo iba a ser todo un espectáculo, pues el monte lucía un color otoñal precioso y veía cómo corrían las cascadas. Al llegar hasta el entorno, no hice nada más que reafirmar mis pensamientos.
Hotel TurpíRío ÉseraRío ÉseraRío Ésera
Al tratarse de una ruta circular, es indiferente por dónde se empiece. Si coges el camino que parte desde el aparcamiento del Hotel Turpí, en unos 20 minutos llegarás hasta las Cascadas de las Gorgas de Alba.
Sin embargo, yo decidí tomar el sendero que partía desde el aparcamiento que hay justo por debajo del hotel. Allí, hay un cartel con información de toda la ruta.
Cartel informativo
Nada más empezar, te encuentras los primeros carteles informativos de las especies de árboles que se trata. Seré sincero y diré que al principio me paraba a leerlos, pero, enseguida, me dediqué a disfrutar del entorno y a tirar fotos como loco.
AceboEnebroBojEntorno de las Gorgas de AlbaPino negro
Pronto, el río Ésera pasó a ser el protagonista con las cascadas que se formaban.
Cascada en el río ÉseraCascada en el río ÉseraCascada en el río ÉseraCascada en el río Ésera
La subida hacia el Mirador de las Gorgas de Alba se hacía cada vez más espectacular. Y aún me quedaba la parte más impresionante de la mañana.
Subiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de Alba
Al llegar al mirador tuve ante mí una imagen preciosa de las cascadas que caían por todas partes, no solo las Cascadas de las Gorgas de Alba.
Cascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de Benasque
Hasta Mery, Pepe y Chewi querían fotografiarse ante aquel precioso entorno.
Mery, Pepe y Chewi en el Mirador de las Gorgas de AlbaChewi en el Mirador de las Gorgas de Alba
Enseguida, me interné en el bosque de hayas. En ese momento, no imaginé que en unos minutos estaría ante las cascadas que acababa de ver a lo lejos.
Bosque de hayas en las Gorgas de AlbaBosque de hayas en las Gorgas de Alba
Llega un punto donde hay una señalización que indica que puedes seguir por el sendero botánico, o bajar hacia las Cascadas de las Gorgas de Alba. Yo decidí tomar el camino de bajada.
Cascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaPuente que cruza el río ÉseraCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaMery, Pepe y Chewi en la Cascada de las Gorgas de Alba
Estuve cerca de media hora fotografiando el entorno desde el puente de hierro. Cada paso que daba veía un encuadre distinto. Finalmente, decidí continuar el camino de vuelta hacia los Llanos de Turpí por la otra parte del río y así seguir la ruta circular. Pero antes me encontré con una última sorpresa. Un pequeño desvío me indicaba la subida hacia una plataforma desde la que ver las cascadas con otra perspectiva. Igualmente, me entretuve mucho rato aquí.
Desvío hacia la plataformaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de Alba
La vuelta hacia el coche no me resultó muy atractiva y apenas hice fotos. En apenas media hora estuve de nuevo en el punto de inicio de la ruta.
Entorno otoñal de las Gorgas de AlbaAdentrándome en el bosqueRiachuelo en el bosqueVaca en los Llanos de Turpí
El tiempo que tardé en realizar la ruta, con paradas incluidas a hacer fotos, fue de 1 hora y 45 minutos. Aquel día estaba emocionado por el entorno tan espectacular por el que había caminado. Aunque había visto por internet que era una ruta corta y bonita, en ningún momento imaginé que me fuera a impactar tanto su belleza.
Aún tendría media mañana y toda la tarde por delante para seguir viendo cosas. Y decidí ir hasta Cerler para pasear por sus calles lo que restaba de mañana. Por la tarde, tocaría hacer turismo por el pueblo en el que me alojaba: Benasque.
El viernes 27 de octubre, antes de abandonar el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido para poner rumbo al Parque Natural Posets-Maladeta, despertaba en el Hotel Cinca, a las afueras de la población de Escalona. Aquel día diría adiós a las aventuras por el Parque Nacional y en la agenda inicial tan solo tenía programado el viaje hasta el Valle de Benasque. Al estar la carretera principal cortada debido a obras, la duración sería de aproximadamente dos horas (dando un rodeo brutal y llegando casi hasta Cataluña), así que no tenía nada apuntado para ese día. Sin embargo, como la tarde anterior llovió sin parar y truncó mis planes de ir hasta los Miradores de Revilla, pensé hacer esta ruta corta antes de ir hasta Benasque.
Mientras metía las cosas en el maletero del coche tuve ante mí una imagen bella. En todo el tiempo que había estado en el Parque Nacional no pude ver a los Tres Sorores (El Cilindro, Monte Perdido y Añisclo) juntitos y despejados de nubes. Parecía que ese momento se había reservado para el último día por Ordesa y Monte Perdido. Sin dudarlo, saqué el objetivo largo (no solo vale para fotografía de fauna) y los capté para llevármelos en el recuerdo. No es que sea una fotaza, pero a mí me hace ilusión conservarla.
De izquierda a derecha: El Cilindro, Monte Perdido y Añisclo
Una vez cerrada la estancia en el hotel puse rumbo a la Garganta de Escuaín. En apenas media hora llegué desde Escalona hasta el aparcamiento de los Miradores de Revilla. Al llegar me encontré con una pareja de gallegos, alojados también en el Hotel Cinca de Escalona. Nos habíamos visto durante el desayuno y nos paramos a hablar. Casualidades de la vida, también habían estado alojados al mismo tiempo que yo en el Hotel Edelweiss de Torla.
Las indicaciones para los Miradores de Revilla están muy claras y la ruta es totalmente llana. En apenas 45 minutos se llega hasta el tercero de los miradores.
Llegada al inicio de la rutaCartel de los miradoresComenzando la ruta
La pareja de gallegos iniciaron la marcha antes que yo y se adelantaron. Cuando les di alcance, vi a él apuntar con su objetivo hacia lo alto de unos peñones. Ella me dijo que fuera con cuidado. Y yo supe inmediatamente qué había allí: Escuaín es zona de quebrantahuesos.
En la mochila había echado el teleobjetivo y no dudé en sacarlo. Por su plumaje, creo que se trataba de un adulto en fase temprana, pues aún tenía muchas plumas blancas en el pecho.
Quebrantahuesos en EscuaínQuebrantahuesos en Escuaín
Con la emoción de haber visto por primera vez en mi vida, más o menos cerca, un quebrantahuesos, continué la marcha junto a la pareja de gallegos. Estuvimos intercambiando impresiones y rutas realizadas en los últimos días por Ordesa y Monte Perdido. Pronto, llegamos hasta el primero de los miradores, pero estaba totalmente encharcado y apenas pude fotografiar desde él. Aún así, las vistas obtenidas hasta la Garganta de Escuaín quitaban el hipo.
Cascada en EscuaínVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaCascada en Escuaín
El segundo de los miradores sí estaba despejado de agua y pude disfrutar un buen rato de las vistas y de las fotos que tiré. Allí también coincidí con un grupo de personas que habían viajado desde Requena (Valencia).
Vistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de Revilla
La bajada hasta el último de los miradores tan solo supone dos minutos más. Desde allí, las vistas también eran imponentes.
Vistas desde los Miradores de RevillaMery, Pepe y Chewi desde los Miradores de RevillaMery, Pepe y Chewi desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de Revilla
Aquí me despedí de la pareja de gallegos, pues ellos iban a seguir la ruta circular, pero yo volvería por el camino que había seguido a la ida. Fue un placer haber compartido camino con ellos y agradecer a él que me dijera dónde se hallaba un quebrantahuesos. Si hubiera ido yo solo, seguramente, habría pasado de largo sin percatarme de su presencia.
Antes de volver al inicio de la ruta volví al segundo de los miradores para captar las últimas fotografías.
Vistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de Revilla
En este punto, si seguimos el camino de la derecha subimos y se puede realizar la ruta circular que lleva hasta Revilla para posteriormente llegar al aparcamiento donde se dejan los coches.
Desvío hacia Revilla
Como yo no quería llegar muy tarde a Benasque, que además tenía que hacer una parada en Aínsa para recoger ropa de una lavandería, decidí volver por el mismo camino. Si algún día vuelvo por este entorno, posiblemente, acometa la ruta circular. En la vuelta seguí deleitándome con las vistas obtenidas hacia la Garganta de Escuaín.
Vistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaVistas desde los Miradores de RevillaLlegando al aparcamientoLlegando al aparcamientoVuelta al aparcamiento
Con mucha pena, pero habiendo disfrutado un montón, me despedí del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Atrás quedaron días maravillosos, con rutas maravillosas y habiendo coincidido en el camino con gente maravillosa cuyo objetivo era parecido al mío: disfrutar de la naturaleza, de las montañas, del otoño y de Los Pirineos.
De camino al Valle de Benasque hice una parada casi llegando a Bonansa (maldita carretera cortada la vuelta que me hizo dar). El paisaje era brutal con tantos amarillos y ocres en el monte.
Monte colorido llegando a BonansaMonte colorido llegando a Bonansa
Por delante tendría una semana más de vacaciones para, primeramente, visitar el entorno del Parque Natural Posets-Maladeta, el parque natural con más cimas que sobrepasan los 3.000 metros de altitud. Entre ellos, el techo de Los Pirineos: el Aneto. Pero eso os lo cuento en otras entradas.
El miércoles 25 de octubre abandonaba el sector del Valle de Ordesa para poner rumbo a otro sector del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Se trataba del Valle de Pineta, valle que no tiene nada que envidiar a su hermano Ordesa. Es más, los expertos dicen que Pineta es mucho más espectacular que Ordesa. No seré yo quien entre en ese debate y diré que a mí me parecen los dos iguales de impresionantes.
Hace dos años ya estuve en este valle para acometer la ruta hacia los Llanos de Lalarri y las Cascadas del Cinca. Fue la primera que hice en 2021 y me pareció bonita. Meses después vi fotos increíbles de Pineta por las redes sociales y pregunté cómo se podía llegar hasta esos paisajes. Me indicaron la carretera a seguir, cosa que no hice dos años atrás. Resumiendo: lo más bonito y espectacular del Valle de Pineta no lo vi en 2021 y tenía una cuenta pendiente (otra más).
La primera parada fue en el Embalse de Pineta. Por aquí sí pasé en la anterior visita, pero no me entretuve haciéndole fotos. El objetivo era captar el otoño reflejado en el agua, aunque, no fue posible debido a que corría una ligera brisa haciendo que se moviera el agua. No obstante, el paisaje me pareció brutal.
Embalse de PinetaEmbalse de PinetaEmbalse de PinetaEmbalse de PinetaEmbalse de PinetaMery, Pepe y Chewi en el Embalse de PinetaChewi en el Embalse de PinetaÁnades reales en el Embalse de Pineta
La continuación de la carretera hacia el Parador Nacional de Bielsa supuso todo un espectáculo de colores y de nieblas. Aquí encontré ese tono otoñal que a mí me apasiona y que hace que disfrute tirando fotos sin parar.
Valle de PinetaValle de PinetaValle de PinetaValle de PinetaValle de PinetaValle de PinetaValle de PinetaValle de PinetaValle de Pineta
Al llegar hasta las inmediaciones del Parador Nacional de Bielsa me quedé impresionado con el entorno. La Cascada del Cinca, así como todas sus vertientes, echaban agua sin cesar. Formaban un paisaje digno de admirar una y otra vez. Tenía ante mí el entorno que tiempo atrás había visto y preguntado cómo se llegaba hasta él.
Cascadas del CincaArterias de PinetaValle de PinetaParador Nacional de BielsaCascadas del CincaArterias de PinetaCascadas del CincaCascadas del CincaArterias de PinetaCascadas del CincaCascadas del Cinca
Aun sabiendo que el café me iba a costar más caro que en cualquier otro sitio, decidí entrar a la cafetería del Parador de Bielsa para tomarme uno. Salí a la terraza, a pesar de que las mesas y sillas estaban llenas de agua debido a la lluvia. Jamás me he tomado un café con aquellas vistas tan brutales. El precio que me costó bien mereció la pena.
Vistas desde el Parador de BielsaVistas desde el Parador de BielsaLos churros de MarboréLos churros de MarboréVistas desde el Parador de BielsaVistas desde el Parador de Bielsa
Ese día tenía reservada una noche en el Hotel Bielsa, a la entrada de la misma población. Antes de despedirme del Valle de Pineta hice una última parada para captar su otoño.
Otoño en el Valle de PinetaOtoño en el Valle de PinetaOtoño en el Valle de PinetaOtoño en el Valle de Pineta
Terminé de comer pronto y tenía toda la tarde libre, por lo que decidí cruzar el túnel de Bielsa hacia tierras francesas. Era toda una aventura, pues no sabía qué me iba a encontrar allí.
Al cruzar el túnel me topé con un paisaje totalmente distinto al encontrado en el Pirineo español, aunque ello no significaba que fuera menos espectacular.
Pirineo francés hacia AragnouetPirineo francés hacia AragnouetMery, Pepe y Chewi en el Pirineo francés
En lugar de tomar la carretera hacia la población de Aragnouet giré hacia Le Plan. Comencé a subir por una carretera de montaña en dirección a una estación de esquí. Evidentemente, aún no tenía nieve.
Vistas hacia Le PlanLe PlanSubiendo hacia la estación de esquíSubiendo hacia la estación de esquíEstación de esquí
Aquí decidí poner punto y final a mi experiencia francesa y darme la vuelta hacia España. Estaba empezando a llover y hacía frío, por lo que quería llegar al hotel cuanto antes y entrar en calor.
Antes de volver a cruzar el túnel hacia Bielsa hice una última parada. El paisaje encontrado me pareció precioso con una gran cascada bajando de lo alto de unos picos montañosos nevados.
Volviendo hacia Le PlanCarretera de bajada hacia Le PlanCascada encontradaCascada encontradaLlegando al túnel de BielsaCascada bajando de la nieveCascada bajando de la nieveCascada bajando de la nieve
Al día siguiente abandonaría el Valle de Pineta, aunque aún me quedaba un día más por el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. El objetivo era acercarme con el coche por la mañana hasta el Ibón de Plan y acometer la ruta de los Miradores de Revilla por la tarde. El intenso agua caído durante todo el día hizo que tan solo pudiera llevar a cabo lo primero. No me preocupó, pues aún tendría una última oportunidad para acercarme hasta Escuaín y así realizar la ruta.
El martes 24, después de haberme tomado el día anterior prácticamente de descanso (tan solo estuve un par de horas por el Bosque de la Pardina del Señor), me levanté decidido para acometer otra de las rutas que me hubiera gustado hacer dos años atrás: la ruta del Bosque de Cobatar en el Valle de Bujaruelo.
Así fue y nada más dejar el coche en las inmediaciones del Puente de Santa Elena vi que el río Ara corría salvaje. En esos momentos, ni imaginé que mi ruta iba a verse truncada una hora después.
El Salto del Carpín hizo que me parara a fotografiarlo antes de iniciar mi camino. Llevaba bastante agua debido a la lluvia que seguía acompañándonos día tras día.
Salto del CarpínSalto del CarpínRío Ara
La ruta por el Bosque de Cobatar nos lleva desde el Puente de Santa Elena hasta el Refugio de San Nicolás de Bujaruelo. Se trata de una ruta corta y sencilla.
Cartel indicativo
Nada más comenzar vi una pequeña ardilla cruzar mi camino, pero no me dio tiempo a captarla con la cámara. Seguí andando. El agua corría por todas partes, no solo por el río.
Río Ara a su paso por el Valle de BujarueloCascada en el Valle de BujarueloRío Ara a su paso por el Valle de BujarueloCascadaRío Ara a su paso por el Valle de Bujaruelo
Hay un momento donde un puente cruza el río y puedes acceder a la pista que lleva hasta el refugio a través del coche. No obstante, decidí continuar mi camino por el margen del río que iba caminando. Mala decisión.
Indicaciones hacia el Camping de BujarueloPuente sobre el río AraAbundante vegetación en BujarueloAbundante vegetación en BujarueloPor el sendero que lleva al refugio
Los torrentes de agua cada vez eran más abundantes en el camino, sin embargo, se podían cruzar sin ningún problema. El inconveniente vino cuando llegué a un punto donde el río corría con tanta fuerza que el camino desaparecía bajo sus aguas. Aquí paré a fotografiarlo y decidí darme la vuelta. Me dio rabia porque tan solo me quedaban unos 15 minutos para llegar al refugio.
Senda cortada por el río AraSenda cortada por el río AraSenda cortada por el río AraMery, Pepe y ChewiMery, Pepe y Chewi
Al darme la vuelta pensé en cruzar el puente anterior hacia el Camping de Bujaruelo y volver hacia el Puente de Santa Elena. Luego, cogería el coche y subiría hacia el Puente de San Nicolás de Bujaruelo.
Volviendo sobre mis pasosHacia el Puente Los Abetos
Una vez cruzado el puente y estando ya en la pista, el paisaje era más abierto y me deleité fotografiando el río y las sucesivas cascadas que descargaban agua en él.
Río AraRío AraCascada en BujarueloCascada en BujarueloRío Ara
La subida en coche no fue larga. Me tomé un café en el refugio y luego me puse a fotografiar los alrededores, aunque ya tenía fotos de esta zona de hace dos años.
Puente de San Nicolás de BujarueloPuente de San Nicolás de BujarueloRefugio de BujarueloRefugio de BujarueloRío Ara a su paso por BujarueloRío Ara a su paso por BujarueloRío Ara a su paso por BujarueloMery, Pepe y Chewi en el Puente de San Nicolás de BujarueloChewi en el Puente de San Nicolás de Bujaruelo
A la vuelta ya con el coche, me paré a fotografiar una gran cascada que se veía de frente. Sinceramente, no me convencen mucho cómo han quedado las fotos.
Cascada en BujarueloCascada en BujarueloCascada en BujarueloCascada en BujarueloPico Otal nevado
Antes de abandonar definitivamente el Valle de Bujaruelo decidí pararme de nuevo a tirar fotos al Salto del Carpín.
Salto del CarpínSalto del Carpín
Como aún era muy temprano decidí subir con el coche hasta la Pradera de Ordesa y comer en el restaurante. Antes de llegar hice alguna parada para captar las cascadas desde un mirador.
Cascada de OrdesaCascada de OrdesaCascada de OrdesaCascada de OrdesaCascada de Ordesa
Después de comer y antes de volverme al hotel hice las últimas fotos al Valle de Ordesa. Si dos días antes había estado en lo alto del Mirador de Calcilarruego mirando hacia la pradera, ahora tocaba alzar la vista hasta el mirador y pensar «sí, ahí subí yo el domingo».
Alzando la vista hacia el Mirador de CalcilarruegoMirador de CalcilarruegoPeñones de Ordesa
Con mucha pena, pero sabiendo que si el dinero y la salud me lo permiten… volveré, me despedí del Valle de Ordesa de cara al Tozal del Mallo. Le hice algunas fotos y le tiré un beso con la mano de despedida. Nos volveremos a ver, viejo amigo.
Tozal del MalloTozal del Mallo
Hasta aquí mis vivencias por el Valle de Ordesa y por el Valle de Bujaruelo. Fueron seis días ajetreados intentando cuadrar cada una de las visitas que se fastidiaban debido a la lluvia. Al día siguiente, tocaría cambiar de valle y visitar Pineta. Allí, me tomé el café con las vistas más espectaculares que uno puede ver en este valle sin apenas hacer esfuerzo.