El viernes 31 de octubre, Halloween, decidí ir a pasar miedo al sub-valle de Belagua, dentro del Valle de Roncal. Sin embargo, lo que menos sentí fue miedo y sí mucha satisfacción ante una de las sorpresas de mis vacaciones otoñales.
Para este día tenía planificado acercarme hasta el Rincón de Belagua, lugar donde parte una ruta de unos 5 kilómetros (ida y vuelta) por un extenso hayedo. He de decir que elegí esta ruta porque era corta y sencilla para así seguir dosificándome de cara a lo que se venía en días posteriores.
Previamente, apenas encontré fotos de esta zona por las redes sociales. Así que no sabía lo que me iba a encontrar a mi llegada. Nada más aparcar el coche salí de dudas. Me bajé de él asombrado por el enorme hayedo que tenía ante mí. Árboles gigantescos se alzaban altos. Y, para más fortuna, todos con el color otoñal que tanto me apasiona.



Enseguida comencé a pasear entre el inmenso hayedo. Por un momento quería tirar fotos, sin embargo, me quedaba embobado alzando la cabeza ante seres tan monstruosos. Caminar entre ellos era una sensación única. Y hacerlo sin compañía alguna, escuchando únicamente el canto de los pájaros, el sonido del viento o el crujir de las hojas a mi paso era mejor aún.







La ruta apenas tiene desnivel. Tan solo una pequeña subida hacia lo que creo que era una pradera, lugar desde el que se obtienen unas bonitas vistas hacia las sierras.



Aquí aparecen varias opciones a seguir. Yo decidí volver sobre mis pasos para internarme de nuevo en el profundo hayedo.

A la vuelta seguí disfrutando con los rincones encontrados.




El fin de la ruta estaba cerca. De hecho, en la foto anterior se puede ver al fondo el punto de inicio.

Desde el coche vi a lo lejos un gato subido al capó de un coche. Estaba aparcado justo al lado del restaurante. Me acerqué hasta él para intentar hacerle una foto. Y me llevé la sorpresa al ver a un pequeñín subido en unos troncos.


Como aún tenía mucha mañana por delante decidí subir con el coche hasta un mirador.

A la vuelta, paré en un apartado de la carretera para seguir captando el otoño en su máxima expresión.

Cuando creía que ya estaba todo servido y que no haría más paradas, me llamó la atención uno de los puentes romanos hallados en las cercanías de Isaba. Paré para inspeccionar la zona y vi que allí estaba también la Cueva del Ibón, la misma que decidí el día anterior no visitar durante la ruta a la Cascada de Belabarce.





Pero aquí lo que más me llamó la atención fue el río Belagua. Delante tenía una foto de postal, pero había que bajar cuatro o cinco metros saltando por las rocas. Me arriesgué con mucho cuidado hasta llegar a la orilla del río y así poder fotografiar aquella preciosa estampa.



Aquel día volví al hotel súper emocionado. No me podía creer la suerte que estaba teniendo todos los días en cada sitio visitado. El otoño estaba en el punto de color que tanto me gusta a mí y, además, el tiempo acompañaba para poder hacer fotos bonitas. Porque, aunque hubo días con lluvia, no fue un impedimento para seguir disfrutando de esta época que tantas pasiones levanta.
Para finalizar, quiero compartir con vosotros una conversación tenida con un amigo de Córdoba este mismo día a mi vuelta al hotel. Le comentaba esto mismo, que estaba teniendo mucha suerte con el otoño que me estaba encontrando este año. Y sus palabras me llegaron muy adentro:
Estás en tu momento, tío. Me alegro de que el clima te sonría. He visto a pocas personas tan comprometidas con la naturaleza y con algo tan efímero e intangible como el otoño.
La contestación a esas palabras fue:
Es lo mejor. Que se va rápido y luego esperas ansioso otro año más hasta volver a deleitarte con un nuevo otoño. Si durara meses no sería igual. Porque te cansarías de verlo.


























