El día 4 de noviembre puse rumbo al último de mis destinos desde la Selva de Irati hasta la Sierra de Urbasa. Aquel día me lo tomé de descanso ya que tenía dos horas de viaje aproximadamente. Mis vacaciones estaban llegando a su fin, aunque aún quedaba uno de los platos fuertes: el Nacedero del Urederra.
Tenía visita reservada para el jueves 6, sin embargo, cambié la reserva para el día 5. El motivo fue que el día 6 iba a llover de lo lindo y, posiblemente, el color azul típico del Urederra desaparecería. Esto es algo que ya nos explicaron el año pasado: cuando llueve, el agua se enturbia y pierde la belleza del color azul.
Dicho esto, el miércoles 5 de noviembre me levanté emocionado por mi reencuentro con el Nacedero del Urederra. Era un sitio que me maravilló en otoño de 2024 y la principal razón de mi vuelta en este otoño.
Sobre las 09:45 me puse en movimiento. El día estaba cerrado de nubes, sin luces duras en el cielo, sin embargo, hacía un viento horrible. Ello provocaba que se agitaran con fuerza las ramas de los árboles y, peor aún, que se volaran la mayoría de hojas. Al llegar hasta el entorno pude ver un color otoñal espectacular. Y, mejor aún, el agua del Urederra lucía con su mejor color azul.

Al llegar al primero de los miradores me quedé embobado. Daba igual que fuera la segunda vez que lo visitara o supiera ya lo que me iba a encontrar. La belleza del Urederra es tal que nada de lo visto anteriormente cuenta. Te sigue impactando.




Enseguida fui hasta el segundo de los miradores. De este tengo una foto en lienzo colgada en el salón de casa. Ahora me estoy pensando si cambiarla porque el año pasado el agua no estaba tan azul.




Aquí estuve ensayando para ver si lograba captar las hojas en movimiento en el agua. El resultado que buscaba era captar remolinos y me tuve que conformar con lo logrado.


La senda continúa hacia el tercero de los grandes miradores. El camino era todo un espectáculo de color.





El último de los miradores grandes es el que, para mi gusto, tiene la estampa más bonita de todas.




La vuelta la hice por el mismo sitio, a pesar de que existe un camino alternativo alejado del río. En mi caso, quería captar otra vez la belleza del nacedero.









De las últimas fotos hechas fue para montar posteriormente una panorámica.

Me entretuve tanto con las fotos que cuando miré la hora el reloj marcaba las 13:15. Y aún me quedaba volver a Baquedano para coger el coche y así volver al Hostal Ibaisek, ubicado en Zudaire. Quería llegar para la hora de comer.
Con mucha pena abandoné el Nacedero del Urederra. Si ya el año pasado me convencí diciéndome que era de los sitios más bonitos que he conocido nunca, este año he confirmado mis pensamientos. Es más, el día que me despedí de la gente del hostal donde me alojé les dije: nos volveremos a ver. A mí el Urederra me tiene enamorado. Lo he visitado dos veces y tengo clarísimo que volveré una tercera.
Sin más que contar, hasta aquí mis emociones fuertes en este pequeño rinconcito de Navarra. Como he dicho al principio, mis vacaciones tocaban fondo, no obstante, aún me quedarían un par de aventuras por vivir.