El viernes 27 de octubre, antes de abandonar el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido para poner rumbo al Parque Natural Posets-Maladeta, despertaba en el Hotel Cinca, a las afueras de la población de Escalona. Aquel día diría adiós a las aventuras por el Parque Nacional y en la agenda inicial tan solo tenía programado el viaje hasta el Valle de Benasque. Al estar la carretera principal cortada debido a obras, la duración sería de aproximadamente dos horas (dando un rodeo brutal y llegando casi hasta Cataluña), así que no tenía nada apuntado para ese día. Sin embargo, como la tarde anterior llovió sin parar y truncó mis planes de ir hasta los Miradores de Revilla, pensé hacer esta ruta corta antes de ir hasta Benasque.
Mientras metía las cosas en el maletero del coche tuve ante mí una imagen bella. En todo el tiempo que había estado en el Parque Nacional no pude ver a los Tres Sorores (El Cilindro, Monte Perdido y Añisclo) juntitos y despejados de nubes. Parecía que ese momento se había reservado para el último día por Ordesa y Monte Perdido. Sin dudarlo, saqué el objetivo largo (no solo vale para fotografía de fauna) y los capté para llevármelos en el recuerdo. No es que sea una fotaza, pero a mí me hace ilusión conservarla.

Una vez cerrada la estancia en el hotel puse rumbo a la Garganta de Escuaín. En apenas media hora llegué desde Escalona hasta el aparcamiento de los Miradores de Revilla. Al llegar me encontré con una pareja de gallegos, alojados también en el Hotel Cinca de Escalona. Nos habíamos visto durante el desayuno y nos paramos a hablar. Casualidades de la vida, también habían estado alojados al mismo tiempo que yo en el Hotel Edelweiss de Torla.
Las indicaciones para los Miradores de Revilla están muy claras y la ruta es totalmente llana. En apenas 45 minutos se llega hasta el tercero de los miradores.



La pareja de gallegos iniciaron la marcha antes que yo y se adelantaron. Cuando les di alcance, vi a él apuntar con su objetivo hacia lo alto de unos peñones. Ella me dijo que fuera con cuidado. Y yo supe inmediatamente qué había allí: Escuaín es zona de quebrantahuesos.
En la mochila había echado el teleobjetivo y no dudé en sacarlo. Por su plumaje, creo que se trataba de un adulto en fase temprana, pues aún tenía muchas plumas blancas en el pecho.


Con la emoción de haber visto por primera vez en mi vida, más o menos cerca, un quebrantahuesos, continué la marcha junto a la pareja de gallegos. Estuvimos intercambiando impresiones y rutas realizadas en los últimos días por Ordesa y Monte Perdido. Pronto, llegamos hasta el primero de los miradores, pero estaba totalmente encharcado y apenas pude fotografiar desde él. Aún así, las vistas obtenidas hasta la Garganta de Escuaín quitaban el hipo.




El segundo de los miradores sí estaba despejado de agua y pude disfrutar un buen rato de las vistas y de las fotos que tiré. Allí también coincidí con un grupo de personas que habían viajado desde Requena (Valencia).








La bajada hasta el último de los miradores tan solo supone dos minutos más. Desde allí, las vistas también eran imponentes.





Aquí me despedí de la pareja de gallegos, pues ellos iban a seguir la ruta circular, pero yo volvería por el camino que había seguido a la ida. Fue un placer haber compartido camino con ellos y agradecer a él que me dijera dónde se hallaba un quebrantahuesos. Si hubiera ido yo solo, seguramente, habría pasado de largo sin percatarme de su presencia.
Antes de volver al inicio de la ruta volví al segundo de los miradores para captar las últimas fotografías.



En este punto, si seguimos el camino de la derecha subimos y se puede realizar la ruta circular que lleva hasta Revilla para posteriormente llegar al aparcamiento donde se dejan los coches.

Como yo no quería llegar muy tarde a Benasque, que además tenía que hacer una parada en Aínsa para recoger ropa de una lavandería, decidí volver por el mismo camino. Si algún día vuelvo por este entorno, posiblemente, acometa la ruta circular. En la vuelta seguí deleitándome con las vistas obtenidas hacia la Garganta de Escuaín.






Con mucha pena, pero habiendo disfrutado un montón, me despedí del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Atrás quedaron días maravillosos, con rutas maravillosas y habiendo coincidido en el camino con gente maravillosa cuyo objetivo era parecido al mío: disfrutar de la naturaleza, de las montañas, del otoño y de Los Pirineos.
De camino al Valle de Benasque hice una parada casi llegando a Bonansa (maldita carretera cortada la vuelta que me hizo dar). El paisaje era brutal con tantos amarillos y ocres en el monte.


Por delante tendría una semana más de vacaciones para, primeramente, visitar el entorno del Parque Natural Posets-Maladeta, el parque natural con más cimas que sobrepasan los 3.000 metros de altitud. Entre ellos, el techo de Los Pirineos: el Aneto. Pero eso os lo cuento en otras entradas.