El miércoles 29 de octubre tocaba abandonar los Valles Occidentales de Aragón para poner rumbo al Valle de Roncal, en Navarra. En los planes iniciales estaba visitar los pueblos de Burgui y Roncal antes de llegar a Isaba, lugar de mi nueva estancia. Sin embargo, el día de antes vi que la mañana iba a salir lluviosa, por tanto, sin dudarlo, decidí cambiar de planes y acercarme hasta la Selva de Oza para fotografiar su otoño.
Nada más levantarme por la mañana y subir la persiana vi que caía agua sin cesar. No era una lluvia torrencial, aunque era la justa para mojarte de lo lindo tirando fotos. No me importó, pues decidí seguir con mis planes aprovisionándome con un paraguas para no mojarme ni para que no se mojara la cámara.
Al adentrarme en la Selva de Oza supe que la mañana iba a ser un espectáculo. En lo alto se levantaban nieblas y seguía sin parar de llover provocando que los colores del otoño se acentuaran y se vieran brillantes. En cada hueco donde veía que podía dejar el coche hacía una parada, sacaba el trípode, el paraguas y me ponía a tirar fotos.
Otoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de Oza
Las emociones siguieron en aumento al hacer una parada junto al río y adentrarme en la orilla. Corría bastante agua y el color otoñal a su alrededor era brutal.
Otoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de Oza
La carretera también mostraba un manto colorido de hojas que se habían caído, aunque la mayoría permanecían en los árboles.
Otoño en la carretera de la Selva de OzaOtoño en la carretera de la Selva de OzaOtoño en la carretera de la Selva de Oza
La siguiente parada la hice al lado del refugio forestal hallado en la misma carretera. En ese momento paró algo la lluvia y pude hacer algunas fotos sin tener que echar mano al paraguas.
Otoño en el río Aragón-SubordánOtoño en el río Aragón-SubordánOtoño en el río Aragón-SubordánOtoño en el río Aragón-SubordánOtoño en el río Aragón-Subordán
La última parada fue en las inmediaciones del Campamento Ramiro El Monje. Dejé el coche en el Parking Selva de Oza y me acerqué hasta un pequeño puente por el que pasaba por debajo el Barranco Estriviella. La lluvia aceleró, caía agua de narices, pero no iba a abandonar en mi empeño de seguir haciendo fotos. Sin lugar a dudas, en este punto fue donde hice las fotografías más bonitas de toda la mañana.
Otoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de OzaOtoño en la Selva de Oza
Me di por satisfecho con todas las fotos conseguidas y decidí volver para poner rumbo al Valle de Roncal. No sin antes hacer una parada a la entrada de Siresa y captar su otoño por última vez en lo alto de la sierra.
Otoño en el Valle de HechoOtoño en el Valle de HechoOtoño en el Valle de Hecho
Y también, de camino a mi nuevo destino, hice otra parada para captar el otoño en el Valle de Ansó desde lo alto de la carretera. La imagen me recordó mucho al Bosque de la Pardina del Señor, en Fanlo.
Otoño en el Valle de Ansó
Hasta aquí la narración de mis emociones fuertes el día que me acerqué a la Selva de Oza. Sin lugar a dudas, hice las fotos otoñales más bonitas de mi vida. Y son ya unos cuántos otoños tirando fotos.
Para finalizar, cuando conocí la Selva de Oza hace cuatro años lo hice a la semana siguiente de conocer también el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Recuerdo decir que el otoño en la Selva de Oza no tenía nada que envidiar al del parque nacional. Cuatro años después, tras mi vuelta a la Selva de Oza, confirmo lo dicho. Y es que, cuando la Selva de Oza se viste de gala, muy pocos pueden hacerle la competencia en cuanto a belleza se refiere.
El martes 28 de octubre me disponía a realizar la ruta hacia el Valle de Aguas Tuertas, situado dentro de los Valles Occidentales de Aragón y por encima de la Selva de Oza.
En esta ocasión, desde días antes supe que iba a ser la buena. Para el día elegido iba a tener un solazo casi de primavera, nada que ver a cómo me había encontrado la zona cuatro años atrás cuando cayó la primera gran nevada de la temporada.
Subí con el coche hasta el parking de Guarrinza. De ahí en adelante, a pesar de que se trate de una pista ancha donde se pueden cruzar dos coches, no se puede pasar (tan solo vehículos autorizados pueden hacerlo).
Inicio de la ruta hacia Aguas Tuertas
En el mismo punto de inicio de la ruta corría el agua en el Barranco del Barcal. Me entretuve haciendo algunas fotos.
Barranco del BarcalBarranco del Barcal
Durante la ruta de subida apenas llama la atención nada. Todo lo bonito queda a nuestras espaldas con las faldas de las montañas llenas de color y la Mesa de los Tres Reyes alzándose alto.
Subiendo a Aguas TuertasSubiendo a Aguas TuertasVistas traseras llegando al Valle de Aguas Tuertas
A pesar de que tan solo hay un camino a seguir, la ruta está perfectamente señalizada. No tiene pérdida alguna.
Indicaciones hacia Aguas Tuertas
No os olvidéis de cerrar la puerta, que se escapa el gato se escapan las vacas.
Cerrad la puerta a Aguas Tuertas
Cinco minutos más de subida entre veredas y llegamos hasta el Valle de Aguas Tuertas. Lo primero que nos encontramos es un establo.
Establo en Aguas Tuertas
Tomé el sendero de la izquierda en busca de un mirador y del dólmen.
Mirador de Aguas TuertasMery y Pepe en el mirador de Aguas TuertasDólmen en Aguas Tuertas
Las vistas desde donde cae el agua del río hacia un gran barranco son preciosas.
Vistas desde el Valle de Aguas TuertasVistas desde el Valle de Aguas Tuertas
Volví sobre mis pasos hacia el establo y esta vez cogí el sendero de la derecha. Lleva hasta el Ibón de Estanés, pero mi objetivo no era llegar hasta él sino buscar algún punto más alto para obtener una buena panorámica de Aguas Tuertas. No tardé en encontrarlo y fue el lugar en el que me senté a descansar y comer un bocadillo.
Aguas TuertasAguas TuertasAguas TuertasAguas TuertasDescansando en Aguas Tuertas
Antes de volver al parking de Guarrinza hice varias fotos consecutivas para luego montar una foto panorámica de todo el Valle de Aguas Tuertas. Creo que el resultado final no ha quedado mal del todo.
Panorámica del Valle de Aguas Tuertas
Después de media hora aproximadamente entretenido con las fotos tomé la decisión de volver. La última foto se la hice a una vaquita que se cruzó en mi camino.
Vaquita en el camino
Hasta aquí mi aventura por el Valle de Aguas Tuertas. Al volver quise hacer algunas fotos a la Selva de Oza, que lucía un bonito color otoñal. No fue posible debido a que el puñetero sol se alzaba alto y había una luz horrible. Muy a mi pesar, volví al hotel de Siresa para comer. Mientras comía miré el tiempo que iba a hacer al día siguiente. La lluvia que iba a caer provocó un cambio de planes. En ese momento, tomé la mejor decisión de todas mis vacaciones: volver a la mañana siguiente a la Selva de Oza.
En otoño de 2023, durante mi estancia en Torla (Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido), planifiqué ir a la Estación de Canfranc. Tenía reservada una visita guiada contratada con la empresa Sargantana a las 17:00, sin embargo, el día de antes los llamé para cancelar dicha visita. El motivo fue que para ese día íbamos a estar en alerta amarilla de vientos y lluvia en todo el Pirineo Aragonés, por tanto, decidí no jugármela y dejar la visita para otra ocasión.
Esa otra ocasión llegó el día 27 de octubre de este año. Igualmente, tenía contratada la visita guiada con la misma empresa, salvo que esta vez la tenía para las 12:00.
Desde mi hotel de Siresa se tarda aproximadamente una hora, por lo que salí con mucha antelación para así hacer algunas fotos antes de que comenzara la visita.
Al llegar, el monte de detrás de la estación lucía un bonito colorido otoñal, justo lo que también iba buscando. El día iba a estar muy soleado, así que aproveché para hacer algunas fotos antes de que levantara el sol justo por detrás de ese monte.
Estación de CanfrancEstación de Canfranc
He de decir que la Estación de Canfranc estuvo abandonada y prácticamente en ruinas desde los años 70 del siglo pasado hasta el año 2020, año donde fue reconvertida en un hotel de cinco estrellas llevada a cabo por el grupo Hoteles Barceló.
Pronto, el sol se alzó alto y la estación comenzó a cobrar otro sentido. Siempre odio los días soleados para hacer fotos, sin embargo, esta vez lo agradecía para que la estación se iluminara y saliera a la luz toda su belleza.
Me entretuve por sus alrededores antes de que llegara María, persona que iba a guiarnos por toda la estación para contarnos su historia.
Vagón de trenVagón de trenEstación de Canfranc
Uno de los vagones sirve como restaurante y está gestionado por el mismo personal del hotel. El chef que cocina tiene dos Estrellas Michelín y si quieres comer allí debes reservar con tres meses de antelación como mínimo.
Vagón-Restaurante de CanfrancDistancias kilométricas a otras estaciones
La estampa de la estación con su otoño colorido detrás me pareció preciosa.
Estación de CanfrancEstación de Canfranc
Este mismo año se ha inaugurado la nueva línea de tren hasta Jaca. Entré un momento a la estación para ver las vías.
Nueva línea de tren a JacaNueva línea de tren a Jaca
Antes de ir hasta el punto de encuentro para comenzar con la visita guiada me entretuve haciendo más fotos por los alrededores. La verdad es que la estación es una auténtica maravilla y toda una obra de arte.
Alrededores de la Estación de CanfrancAlrededores de la Estación de CanfrancAlrededores de la Estación de Canfranc
El punto de encuentro era el puente sobre el río Aragón, ubicado a los pies de la estación.
Puente sobre el río Aragón en la Estación de CanfrancPuente sobre el río Aragón en la Estación de Canfranc
Desde este puente tiré la foto más bonita del día y que estampa la belleza de la estación con el otoño de fondo.
Estación de Canfranc
María llegó puntual a las 12:00 y comenzamos la visita guiada. Decir que fue un auténtico placer escucharla contar historias de este mítico lugar: el cómo surgió la idea de inaugurar una estación de tren en mitad de un valle glaciar, el cómo se gestionaban los negocios en la estación, la parte que pertenecía a España, la que pertenecía a Francia o el negocio llevado a cabo entre Franco y Hitler en los años de la Segunda Guerra Mundial. No os contaré más y os animo a visitar la estación, con visita guiada, para que aprendáis más de estas cosas. Además, descubriréis historias que no se encuentran por la red. Las más valiosas y las más verdaderas. Aquellas que han dejado en herencia la gente mayor que trabajó en el siglo pasado en este enclave. Algunas ponen los pelos de punta y no dejas de admirar el valor que tuvieron algunas personas en los años de guerra.
La visita duró una hora y media, con entrada incluida al hall del hotel.
Hall del Royal Hideaway Hotel
Después de comer, antes de volver a Siresa, me di una última vuelta por los alrededores de la estación. Me fui hasta la parte vieja, la que aún no ha sido reformada. Aunque hay un proyecto de rehabilitación que no se sabe cuándo comenzará.
Alrededores de la Estación de CanfrancAntiguas vías de tren que siguen de exposiciónAntiguas vías de tren que siguen de exposiciónAntiguas vías de tren que siguen de exposiciónViejos almacenes de la Estación de Canfranc Antiguas vías de tren que siguen de exposiciónViejo vagón de tren abandonadoVagón de exposición
La última foto la hice apoyado en la fachada principal de lo que ahora es un hotel.
Fachada del Royal Hideaway Hotel
Por cierto, dato interesante: la longitud de la Estación de Canfranc es de 241 metros, 12 metros más de lo que medía el Titanic. Una auténtica locura hacer esto en los años 20 del siglo pasado.
Hice una última parada en la Torre de Fusileros, ubicada en la carretera que lleva desde Canfranc-Estación hasta Canfranc pueblo (no confundir porque son dos pueblos distintos).
Torre de Fusileros
Hasta aquí mi aventura por la Estación de Canfranc. En mi segundo día por el Pirineo Aragonés me quité otra de las espinas que tenía clavadas. Esta desde dos años atrás.
Al día siguiente tocaría quitarme la tercera de las espinas clavadas subiendo hasta el Valle de Aguas Tuertas, lugar al que me dolió muchísimo no haber podido subir durante mi estancia en el otoño de 2021.
El domingo 26 de octubre iniciaba mis típicas vacaciones otoñales por el norte de España. Esta vez lo haría volviendo a Aragón dos años después de mi anterior visita. Y cuatro años después de mi primera visita a los Valles Occidentales.
El objetivo en esta ocasión era visitar cosas que no pude completar en años anteriores. La primera de las espinas clavadas me la quería quitar visitando el Valle de Ansó para acometer la ruta por el Bosque de Gamueta, considerado el mayor hayedo de todo Aragón. Es una ruta que quise hacer en otoño de 2021, pero finalmente no la hice porque no me informé bien de ella y no supe desde dónde partía.
Este año iba con los deberes hechos y sabía que se inicia en el Refugio de Linza, al que se puede llegar en coche por una carreterita que se las trae.
Una semana antes de mi partida estuve observando día tras día a través de la webcam del refugio cómo avanzaba el otoño. Era consciente de que a mi llegada iba a encontrar el otoño bastante pasado, pero mantenía la fe en que las hojas permanecieran en los árboles y pudiera hacer fotos bonitas.
Mi fe fue recompensada nada más llegar y ver que el Bosque de Gamueta lucía un color espectacular. Muchos árboles tenían toda la hoja caída, pero el 80% del hayedo permanecía con las hojas en las ramas y un colorido ocre brutal.
Nada más ponerme en movimiento empecé a entretenerme tirando fotos. La espera de los cuatro años estaba mereciendo la pena.
Bosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de Gamueta
Durante media hora aproximadamente estuve caminando entre el impresionante bosque. No había desnivel hasta que llegué a una pequeña subida. Una vez arriba, un cartel indicaba la vuelta hasta el Refugio de Linza. Sin embargo, seguí de frente, que es la ruta que hay que seguir para completarla de manera circular.
Bosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de Gamueta
Llegué a un punto donde había que seguir subiendo. En el cartel informativo no indicaba que por ahí siguiera el Bosque de Gamueta, aunque hubo gente que tomó este camino. Me entretuve haciendo algunas fotos por los alrededores y, luego, escuché a más senderistas hablar que habían quitado el cartel del Bosque de Gamueta porque la senda estaba cortada. No sé si era verdad o no. En mi caso no me arriesgué y me di la vuelta para volver al refugio por el camino alternativo que me encontré unos metros atrás.
Aquí me di la vuelta
Volviendo me entretuve mucho haciendo fotos a las hayas que lucían sus mejores colores.
Bosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de Gamueta
Tomé el camino alternativo para llegar al Refugio de Linza.
Hacia el Refugio de Linza
Apenas llevaba unos metros caminados y supe que la elección de volver por este camino fue acertadísima. Fue increíble caminar por mitad del hayedo luciendo esos colores. No dejaba de asombrarme, de mirar para arriba a las copas de los árboles y de disparar fotos como loco.
Bosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de GamuetaBosque de Gamueta
Cuando apenas quedaba un cuarto de hora para llegar al refugio el tiempo comenzó a cambiar. Se levantó bastante viento y empezó a llover algo. No me disgustó ni mucho menos, pues yo ya me estaba llevando un buen recuerdo del Bosque de Gamueta. Además, sin yo saberlo Gamueta se estaba preparando para darme una despedida de escándalo.
Llegando al refugio
Nada más terminar la ruta, y una vez había guardado ya la cámara en el coche, la curiosidad me picó y me acerqué hasta un pequeño riachuelo que corría al lado del refugio, a tan solo 10 o 15 metros. Llovía con más fuerza, provocando que las hojas brillaran y los tonos ocres y amarillos se acentuaran. Sin dudarlo, volví al coche para echar de nuevo mano a la cámara y al trípode, que no había dado uso en toda la mañana. Y es que tenía ante mí unas fotos de postal.
Arroyo en las inmediaciones del Refugio de LinzaArroyo en las inmediaciones del Refugio de LinzaArroyo en las inmediaciones del Refugio de LinzaArroyo en las inmediaciones del Refugio de LinzaArroyo en las inmediaciones del Refugio de Linza
Como aún tenía mucha mañana por delante decidí acercarme con el coche hasta la zona conocida como Taxeras, en el Valle de Zuriza. Aquí fue donde me despedí del Pirineo Aragonés en el año 2021. Y aquí es donde comenzaba mi aventura este otoño de 2025.
Llegando a Taxeras con la Sierra de los Alanos de fondoTaxerasPuente sobre el río VeralDesde el puente sobre el río Veral
En el Valle de Zuriza el otoño estaba arrasado prácticamente. Muchos árboles estaban desnudos de sus hojas y me acerqué hasta el río para intentar conseguir alguna foto chula. Unos caballos me dieron la bienvenida.
Caballos en ZurizaRío Veral a su paso por el Valle de ZurizaRío Veral a su paso por el Valle de Zuriza
Después de más de veinte minutos fotografiando el río decidí despedirme del Valle de Zuriza volviendo a mi hotel de Siresa, en el Valle de Hecho.
Despedida de ZurizaDespedida de Zuriza
Hasta aquí mi primer día de aventura por los Valles Occidentales del Pirineo Aragonés. Por la tarde me acerqué hasta las inmediaciones de la Selva de Oza para inspeccionar la zona, aunque el plato fuerte estaba reservado para días posteriores.
El martes 31 de octubre abandoné el Valle de Benasque para poner rumbo al Valle de Arán, ya en Cataluña, sin embargo, hice una parada en el Valle de Barrabés, encuadrado también en el Parque Natural Posets-Maladeta. Este valle está a la otra parte del Valle de Benasque, es decir, los separan montañas y más montañas. Dicho esto, hay que dar un gran rodeo para llegar hasta él, quedando más cerca incluso del Valle de Arán que del Valle de Benasque.
La ruta por el hayedo de Salenques estaba marcada en rojo en el calendario y estaba deseando que llegara tal día, a pesar de que eso suponía que mis aventuras por el norte español tocarían su fin. Meses atrás vi fotos por las redes de este pequeño rinconcito del Pirineo Aragonés, por lo que cuadré la agenda para hacerle una visita.
Mi idea era haber dedicado toda la mañana a esta ruta. Quería deleitarme haciendo fotos con el trípode ligero, que me había llevado de viaje principalmente para esta ruta, pero no fue posible debido a que en mi primer día de ruta por Ordesa (ruta de Turieto a Torla) se rompió una pata del trípode y ya no servía. En el coche llevaba también el trípode grande, el que ya tan solo utilizo para fotografía de aves en los hides fotográficos, pero se me hacía muy pesado ir cargado con él a cuestas durante toda la ruta.
Comienza al final del Embalse de Baserca. Allí se puede dejar el coche en un pequeño aparcamiento. Mi llegada fue sobre las 10:30 y, enseguida, me puse en movimiento.
Inicio de la rutaEmbalse de BasercaAguas del río Salenques
En apenas cinco minutos te internas en la profundidad del hayedo de Salenques. Mis pensamientos me decían que el hayedo aún estaba muy verde y que no iba a tener suerte con el color otoñal.
Hayedo de SalenquesRío SalenquesHayedo de SalenquesHayedo de Salenques
Pero, pronto, según iba ascendiendo por el hayedo, el color verde empezó a cambiar hacia amarillos y marrones. Y, además, las sucesivas cascadas que se formaban en el río hacían un paisaje digno de admirar. Menuda rabia me dio no haber podido llevar el trípode para tirar fotos en condiciones.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Llegué a un punto que era muy fotogénico y me entretuve bastante tirando fotos con distintos encuadres.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Seguí avanzando hayedo arriba, pero apenas me movía unos metros y volvía a pararme para seguir captando la belleza del hayedo por el que caminaba. Aquello parecía un cuento de fantasía.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Estaba empezando a cansarme de subir entre los árboles. Si no hubiera sido por el increíble entorno por el que paseaba me habría dado la vuelta, pues el cuerpo me mandaba un mensaje diciéndome que debía parar. No obstante, no le hice caso y me hice fuerte mentalmente. Yo no quería abandonar aquel entorno y seguí en busca del puente que cruza a la otra parte del río.
Hayedo de Salenques
La sucesión de caídas de agua era continua y me paraba en cada una de ellas. Así también aprovechaba para descansar un poco.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Llegué a la parte más oscura del hayedo. Aquí me las tuve que ingeniar para poder tirar fotos que estuvieran bien expuestas.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
La llegada a una gran cascada me hizo ver que, pronto, estaría cruzando el puente que lleva a la otra parte del río.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Al fin, llegué al puente y tiré algunas fotos desde él.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Podía haber seguido la ruta sin cruzar el puente y así llegar hasta la Cascada del Pi, pero decidí seguir la ruta circular y volver hacia el punto de partida por la otra parte del río.
Indicaciones hacia el Embalse de Baserca
La vuelta no me resultó tan atractiva como la ida. Enseguida, al ver que el camino se apartaba del río, me di cuenta que la mejor opción era haber vuelto por dónde había subido.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Tan solo me entretuve bastante rato en un punto donde el camino se aproximó al río y decidí bajar a través de unas rocas. Un resbalón casi llegando al río hizo que me cayera de culo, por lo que aproveché para quedarme sentado y tirar las fotos que iba buscando.
Otoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río SalenquesOtoño en el río Salenques
Las últimas fotos las hice llegando casi al inicio de la ruta.
Otoño en el río SalenquesLlegando al inicio de la rutaHayedo de Salenques desde el exterior
Esta sería mi última ruta senderista por el Pirineo Aragonés y también de las vacaciones. Y, sinceramente, es una de las que más disfruté por el increíble entorno en el que se hallaba el hayedo de Salenques. Sin ningún tipo de duda, si algún día paso cerca, volveré a internarme en la profundidad de este hayedo.
Sobre las 12:30, dos horas después de haber iniciado la ruta, puse rumbo al Valle de Arán. Esa misma mañana visitaría una de sus cascadas más famosas: Saut Deth Pish.
El lunes 30 de octubre amaneció por el Valle de Benasque cerrado de nubes y cayendo el diluvio universal. Desde el día de antes sabía que los planes para el lunes se iban a truncar, por lo que decidí tomármelo de relax y dar descanso al cuerpo. Abandoné el Hotel El Pilar (al fin) bastante temprano y tenía todo el día por delante. Como la llegada al Hotel Eriste se me hacía muy pronto decidí ir con el coche hasta el Valle de Estós. Una semana antes, en mi ruta por la Senda de los Cazadores, el hombre de Zaragoza me dijo que era el valle que más le gustaba de toda la zona de Benasque. Yo no iba a acometer ninguna ruta, pero me apetecía inspeccionar la zona por si en el futuro vuelvo al Valle de Benasque.
Sobre las 10:30 llegué hasta el aparcamiento del Valle de Estós. La lluvia no menguaba y saqué el paraguas para dar una vuelta rápida por allí. Haciendo malabares conseguí tirar algunas fotos al monte, que lucía un otoño bonito.
Valle de EstósValle de EstósValle de EstósValle de EstósValle de EstósValle de EstósValle de EstósValle de EstósValle de Estós
Apenas estuve allí media hora. Antes de ir hasta el nuevo hotel decidí subir por la carretera del Valle de Benasque en dirección a los Llanos del Hospital, sin embargo, en lugar de coger el cruce que baja hasta dichos llanos, continué carretera arriba sin saber dónde me llevaba. No me quedó más remedio que darme la vuelta cuando vi que la carretera no continuaba y moría en el monte. Aparqué en una gran explanada e hice algunas fotos desde lo alto hacia los Llanos del Hospital.
Vistas hacia los Llanos del HospitalVistas hacia los Llanos del HospitalCascada en la carreteraCascada en la carretera
Como la lluvia seguía sin dar tregua, me monté en el coche y, ahora sí, puse rumbo hacia el Hotel Eriste, pero antes haría una parada para fotografiar el otoño por última vez en el Valle de Benasque.
Otoño en el Valle de Benasque
Ya por la tarde, desde la habitación del Hotel Eriste, vi que la lluvia había parado y decidí salir a la terraza. Al levantarse las nubes y quedarse más o menos despejado, comprobé que lo que había caído en forma de agua durante el día por el Valle de Benasque, lo había hecho en forma de nieve en lo alto de las cimas montañosas.
Otoño desde el Hotel EristeOtoño desde el Hotel EristeOtoño desde el Hotel EristeNieve en el Valle de BenasqueNieve en el Valle de BenasqueNieve en el Valle de Benasque
Mis aventuras por el Valle de Benasque llegaron a su fin dejando tan solo una cosa en el tintero: la ruta por las tres cascadas de Cerler. Esta era la ruta que tenía pensado haber realizado este mismo día y que la lluvia me fastidió. Por tanto, si algún día vuelvo por el Valle de Benasque, será una de las primeras cosas que visitaré.
El domingo 29 de octubre, tras haber disfrutado un montón con la ruta a las Gorgas de Alba, tenía aún media mañana por delante para ir hasta Cerler, considerado el pueblo más alto del Pirineo Aragonés. Había visto fotos por internet de su casco antiguo y era visita obligada.
Cerler
Antes de llegar al pueblo hice una parada en un apartadero de la carretera para fotografiar el Valle de Benasque desde las alturas. En ese momento, no sabía que unos kilómetros más arriba iba a disfrutar de unas vistas más impresionantes.
Vistas subiendo hacia CerlerVistas subiendo hacia Cerler
En un acto involuntario, mi coche se lanzó hacia las indicaciones de un mirador. Se trataba del Mirador del Valle de Benasque. Desde allí se podía divisar todo el valle, además de unas vistas impresionantes del pueblo de Benasque.
Mirador del Valle de BenasqueBenasque desde el miradorBenasque desde el miradorBenasque desde el miradorBenasque desde el miradorValle de BenasqueMery, Pepe y Chewi desde el Mirador del Valle de BenasqueChewi desde el Mirador del Valle de BenasqueChewi desde el Mirador del Valle de Benasque
A la llegada a Cerler, antes de adentrarme en el casco histórico, estuve dando una vuelta para fotografiar el entorno.
Hotel Edelweiss de CerlerVistas desde CerlerVistas desde CerlerVistas desde CerlerVistas desde CerlerVistas desde Cerler
Pero yo no había subido hasta Cerler para únicamente fotografiar los paisajes vistos desde allí. El objetivo principal, como ya he dicho, era pasear por las calles del casco histórico. Pronto, me dirigí hasta allí. Y para no variar, tal y como me ocurrió en Anciles y Sahún el día anterior, las calles estaban vacías. Ello hizo que, al estar también el día nublado, disfrutara un montón tirando fotos.
Casa en CerlerCasa en CerlerCasa en CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerVistas desde el casco histórico de CerlerVistas desde el casco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de CerlerCasco histórico de Cerler
Sin ninguna duda, Cerler es uno de los pueblos más bonitos del Valle de Benasque. Si pasáis por la zona, es visita obligada. Marcharse del valle sin haber paseado por las calles de esta pequeña población debería ser sancionado por la ley.
Benasque
No fue hasta el tercer día en Benasque cuando me animé a pasear por el casco histórico. Aquel día comí en el Hotel Restaurante San Antón, a la entrada a la población. Totalmente recomendable. Me gustó tanto la comida, que por la noche volví para cenar allí, a pesar de que tenía contratada media pensión en el Hotel El Pilar, lugar de mi estancia.
Dejé el coche aparcado en uno de los múltiples aparcamientos públicos que tiene la población y crucé el puente que atraviesa el río.
Puente de BenasqueDesde el puente de Benasque
A pesar de que me había encontrado las calles vacías en Anciles, Sahún y Cerler, me sorprendió mucho, muchísimo que también estuvieran vacías las calles de Benasque, una población con 2.200 habitantes. Parecía un pueblo fantasma y apenas me crucé con gente. Yo me decía para mí mismo «vale, el turismo principal de Benasque es en temporada invernal con la estación de esquí a escasos kilómetros, pero, ¿dónde demonios está la gente del pueblo?». Ni que decir tiene que no fue un disgusto para mí. Justo al contrario. A mí me encanta fotografiar las calles de los pueblos sin gente por medio, no obstante, fue algo que me llamó mucho la atención.
Casco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de BenasqueCasco histórico de Benasque
Al igual que he dicho con Cerler, también es obligatorio pasear por el casco histórico de Benasque si vas por la zona. Además, es la capital de todo el valle y tiene mucha oferta de alojamientos, así como de restaurantes.
Mi última tarde en Benasque, al terminar de pasear por el casco histórico, me volví a pasar por el Centro de Interpretación del Parque Natural Posets-Maladeta para despedirme de Inma. Gracias a ella conocí sitios muy bonitos del valle y lo que menos podía hacer era despedirme, puesto que al día siguiente, al ser lunes, el centro no abría. Ella me contó que era la primera vez que veía el pueblo tan vacío de gente. El estar la carretera principal de acceso al valle cortada, sin duda, penalizó al turismo en época otoñal. De cara a la temporada de invierno volverán a abrirla y se espera que el turismo se recupere.
Aquel día sería el último de mi estancia en Benasque, aunque no en el valle. Aún pasaría una noche más en otro hotel, el Hotel Eriste, debido a causas de fuerza mayor. No obstante, el trato allí fue fenomenal y si algún día vuelvo por la zona, sin duda, me alojaré en el Hotel Eriste. Lo que tengo muy muy claro es que no volveré a alojarme en el Hotel El Pilar por una serie de cosas que citaré a continuación. He viajado mucho en mi vida, me he alojado en más de 20 hoteles y en ninguno me he encontrado las cosas que vi en el Hotel El Pilar.
-La habitación estaba fría y el baño olía a humedad. -La habitación estaba fría porque la calefacción estaba puesta muy muy baja. Los radiadores apenas calentaban. El último día, incluso, estaba apagada. Y esto con 5 grados por la noche en la calle. -La comida estaba mala. Las croquetas y canelones eran congelados y recalentados. -La alfombra del baño se mojó y no dio tiempo a secarse (normal, el baño estaba helado). No la cambiaron al día siguiente. -Te dan dos botecitos de gel súper pequeños y al terminarse no los reponen. Vamos, dos botecitos de gel para 4 días. -El agua durante las comidas me la sirvieron en una jarra de plástico y era del grifo, que, por cierto, estaba malísima. -El último día hubo una persona que cenó fuera y al volver después de las doce de la noche insistió durante media hora para que le abrieran. Nadie le abrió y estuvo hasta la una insistiendo, provocando que el resto de huéspedes del hotel no pudieran dormir. -Otra cosa que no entiendo es que no me dejaron reservar hasta el 31 de octubre porque me dijeron que el 30 se iban de vacaciones. Hasta aquí todo normal, pero el mismo día 30 hablé con otra gente en el desayuno y me dijeron que ellos se quedaban una noche más. ¿Por qué unos sí y yo no? Ni idea, aunque, visto lo visto, me hicieron un favor porque me moría de ganas de abandonar la estancia allí.
Resumiendo, la estancia en ese hotel durante 4 días se me hizo eterna. Como he dicho unas líneas más arriba, la última noche decidí cenar en el Hotel Restaurante San Antón, aunque tuviera contratada media pensión en el Hotel El Pilar y la cena entrara en el precio.
Mis vacaciones se iban agotando y tan solo me quedaban cuatro días más por el norte. Pero lo que me animaba era que aún tenía que poner el broche final a unas memorables vacaciones despidiéndome del Valle de Benasque, visitando un par de lugares del Valle de Arán y poniendo la guinda final fotografiando a una bella ave en peligro de extinción.
El domingo 29 de octubre, con el cambio horario en nuestros relojes, salí temprano del hotel en dirección a los Llanos de Turpí. Desde allí parte una ruta corta (la más corta de todas las que hice en mis vacaciones) de apenas 2,5 km. Sin embargo, ya conocéis el dicho: el tamaño no importa.
Desde el día anterior supe que este paseo iba a ser todo un espectáculo, pues el monte lucía un color otoñal precioso y veía cómo corrían las cascadas. Al llegar hasta el entorno, no hice nada más que reafirmar mis pensamientos.
Hotel TurpíRío ÉseraRío ÉseraRío Ésera
Al tratarse de una ruta circular, es indiferente por dónde se empiece. Si coges el camino que parte desde el aparcamiento del Hotel Turpí, en unos 20 minutos llegarás hasta las Cascadas de las Gorgas de Alba.
Sin embargo, yo decidí tomar el sendero que partía desde el aparcamiento que hay justo por debajo del hotel. Allí, hay un cartel con información de toda la ruta.
Cartel informativo
Nada más empezar, te encuentras los primeros carteles informativos de las especies de árboles que se trata. Seré sincero y diré que al principio me paraba a leerlos, pero, enseguida, me dediqué a disfrutar del entorno y a tirar fotos como loco.
AceboEnebroBojEntorno de las Gorgas de AlbaPino negro
Pronto, el río Ésera pasó a ser el protagonista con las cascadas que se formaban.
Cascada en el río ÉseraCascada en el río ÉseraCascada en el río ÉseraCascada en el río Ésera
La subida hacia el Mirador de las Gorgas de Alba se hacía cada vez más espectacular. Y aún me quedaba la parte más impresionante de la mañana.
Subiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de AlbaSubiendo hacia el Mirador de las Gorgas de Alba
Al llegar al mirador tuve ante mí una imagen preciosa de las cascadas que caían por todas partes, no solo las Cascadas de las Gorgas de Alba.
Cascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de BenasqueCascadas del Valle de Benasque
Hasta Mery, Pepe y Chewi querían fotografiarse ante aquel precioso entorno.
Mery, Pepe y Chewi en el Mirador de las Gorgas de AlbaChewi en el Mirador de las Gorgas de Alba
Enseguida, me interné en el bosque de hayas. En ese momento, no imaginé que en unos minutos estaría ante las cascadas que acababa de ver a lo lejos.
Bosque de hayas en las Gorgas de AlbaBosque de hayas en las Gorgas de Alba
Llega un punto donde hay una señalización que indica que puedes seguir por el sendero botánico, o bajar hacia las Cascadas de las Gorgas de Alba. Yo decidí tomar el camino de bajada.
Cascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaPuente que cruza el río ÉseraCascada de las Gorgas de AlbaCascada de las Gorgas de AlbaMery, Pepe y Chewi en la Cascada de las Gorgas de Alba
Estuve cerca de media hora fotografiando el entorno desde el puente de hierro. Cada paso que daba veía un encuadre distinto. Finalmente, decidí continuar el camino de vuelta hacia los Llanos de Turpí por la otra parte del río y así seguir la ruta circular. Pero antes me encontré con una última sorpresa. Un pequeño desvío me indicaba la subida hacia una plataforma desde la que ver las cascadas con otra perspectiva. Igualmente, me entretuve mucho rato aquí.
Desvío hacia la plataformaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaCascadas de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de AlbaEntorno otoñal de las Gorgas de Alba
La vuelta hacia el coche no me resultó muy atractiva y apenas hice fotos. En apenas media hora estuve de nuevo en el punto de inicio de la ruta.
Entorno otoñal de las Gorgas de AlbaAdentrándome en el bosqueRiachuelo en el bosqueVaca en los Llanos de Turpí
El tiempo que tardé en realizar la ruta, con paradas incluidas a hacer fotos, fue de 1 hora y 45 minutos. Aquel día estaba emocionado por el entorno tan espectacular por el que había caminado. Aunque había visto por internet que era una ruta corta y bonita, en ningún momento imaginé que me fuera a impactar tanto su belleza.
Aún tendría media mañana y toda la tarde por delante para seguir viendo cosas. Y decidí ir hasta Cerler para pasear por sus calles lo que restaba de mañana. Por la tarde, tocaría hacer turismo por el pueblo en el que me alojaba: Benasque.
El sábado 28 de octubre, tras comer, estaba dispuesto a darme un paseo por las bellas poblaciones de Anciles y Sahún. He de decir que en la agenda tan solo estaba apuntada la visita a la segunda, pero la recomendación el día anterior de Inma (la chica del Centro de Interpretación del Parque Natural Posets-Maladeta) hizo que también me pasara por Anciles.
Anciles
Se encuentra a escasos 2 km de Benasque, con lo cual, se puede ir andando. Aún así, yo decidí ir con el coche y lo dejé aparcado en un gran aparcamiento a la entrada del pueblo. Nada más llegar, supe que lo que iba a ver me iba a gustar, pues las casas de piedra se divisaban ya desde donde dejé el coche.
Llegada a AncilesLlegada a AncilesLlegada a AncilesCalle en AncilesCalle en Anciles
Al ser una población pequeña, sus calles estaban desiertas. Más aún con amenaza de lluvia.
Calle de AncilesCalle de AncilesCalle de AncilesCalle de Anciles
Algún gatito se dejó fotografiar. No, no me trajo mala suerte por ser un gato negro.
Gatito negro en Anciles
Aunque lo que más me llamó la atención fueron unos «maceteros». Recuerda: no tires tus viejas zapatillas. Dales una segunda oportunidad.
Maceteros en AncilesMaceteros en Anciles
Y también otros en unos troncos.
Maceteros en AncilesMaceteros en AncilesMaceteros en Anciles
Aunque empezaban a caer unas gotas, no me desanimó y seguí paseando por el pueblo. Su tranquilidad era una maravilla.
Iglesia en AncilesIglesia en AncilesCalle en AncilesCalle en AncilesCasa en AncilesCasa en AncilesCalle en AncilesCalle en Anciles
Estuve entretenido un rato con un par de gatitos, que posaban coquetos ante la cámara. En ese momento, había visto a tres personas y cinco gatos.
Gatitos en AncilesGatitos en AncilesGatitos en AncilesGatitos en AncilesGatitos en Anciles
La lluvia apretó un poco, lo suficiente para que las calles se mojaran y que las fotos quedaran más bonitas.
Casa en AncilesCalle en AncilesCalle en AncilesCalle en AncilesCalle en AncilesCasa en AncilesCasa en AncilesVolviendo al aparcamiento
Sahún
Desde Anciles fui directo a Sahún. Se tarda aproximadamente 15 minutos, por lo que en una tarde se pueden ver ambas poblaciones.
A la llegada al pueblo, te encuentras también un aparcamiento donde dejar el coche. Allí nos recibirá El Fallero, una estructura realizada en hierro.
Escultura El FalleroRío en SahúnFuente en Sahún
Aunque Sahún es más grande que Anciles, sus calles también estaban vacías y fue un gustazo pasear por ellas. Me sorprendió gratamente la tranquilidad que había en todo el valle, después de haber estado con la saturación de Ordesa durante una semana.
Casa en SahúnCasa en SahúnIglesia de SahúnIglesia de Sahún
Aunque las calles de Anciles me gustaron más, las de Sahún también merece la pena pasear por ellas y admirar sus casas, igualmente preciosas.
Calle en SahúnCalle en SahúnCalle en SahúnAyuntamiento de SahúnCasa en SahúnCalle en SahúnCalle en SahúnCalle en SahúnCasa en SahúnVistas desde SahúnCalle en SahúnCasa en SahúnHostal en SahúnCasa en SahúnCasas en SahúnCalle en SahúnCalle en SahúnCalle en Sahún
El paseo por Sahún fue más corto que en Anciles. Me apetecía llegar cuanto antes al hotel y descansar tras no haber parado en todo el día. Fue bastante completo acometiendo la ruta al Forau de Aiguallut por la mañana y paseando por estas dos bellas poblaciones por la tarde.
Al día siguiente tocaría realizar una ruta preciosa por la zona y la visita a más poblaciones del Valle de Benasque. Y tengo que admitir que la ruta me sorprendió mucho, muchísimo. Las Gorgas de Alba iban cargadas de agua y, junto al color otoñal, hizo de ello una experiencia que nunca olvidaré.
El sábado 28 de octubre fue mi primer día por el Parque Natural Posets-Maladeta y, en concreto, por el Valle de Benasque. La primera semana de vacaciones había volado y me disponía a encarar la segunda.
Para el Valle de Benasque me programé rutas cortas y visitas a pueblos del valle que había visto que tenían muy buena pinta. La primera de las rutas era, quizá, la más famosa de todo Benasque: la ruta al Forau de Aiguallut.
La tarde de antes, a mi llegada al propio Benasque, me pasé por el Centro de Interpretación del Parque Natural Posets-Maladeta, que estaba justo enfrente del hotel donde me alojaba. Allí me atendió Inma y me dijo que podía acercarme primero a los Ibones de Billamorta. Podía seguir una ruta circular y terminaría en el Forau, pero, finalmente, decidí acercarme tan solo al Ibón de Billamorta Inferior, a escasos 10 minutos del aparcamiento del Refugio de la Besurta, lugar donde dejé el coche.
Refugio de la BesurtaIniciando la marchaSubiendo al Ibón de Billamorta InferiorSubiendo al Ibón de Billamorta InferiorIbón de Billamorta InferiorIbón de Billamorta InferiorIbón de Billamorta InferiorVistas desde el Ibón de Billamorta InferiorMery, Pepe y Chewi en el Ibón de Billamorta Inferior
Desde el Ibón de Billamorta Inferior se tardan unos 45 minutos hasta el superior. Como he dicho, yo decidí darme la vuelta y volver al inicio de la ruta para ir hasta el Forau de Aiguallut por el camino más habitual.
Indicaciones al Ibón de Billamorta Superior
En aproximadamente 45 minutos estaré allí. O eso me dice el cartel, pero yo tardé más debido a las paradas que hice para tomar fotos.
Indicaciones hacia el Forau de Aiguallut
Aunque es una ruta muy factible, tras llevar una semana sin apenas parar haciendo rutas, las piernas se notaban algo cansadas en las subidas. Aún así, me animé diciendo «venga, que hace una semana subiste por la Senda de los Cazadores y esto es pan comido». Pasito a pasito, me dirigía hacia la cascada.
Vistas subiendo hacia el ForauCascada encontrada subiendo hacia el ForauVistas subiendo hacia el ForauLlano encontrado llegando al ForauLlano encontrado llegando al Forau
En este llano pastaban varios caballos. Algunos se dejaban acariciar. Otros no me dieron mucha fiabilidad y ni me acerqué.
Caballo en el camino al Forau de AiguallutCaballos en el camino al Forau de AiguallutCaballo durmiendo la siestaCaballo durmiendo la siestaCaballos en el camino al Forau de AiguallutCaballos en el camino al Forau de AiguallutCaballos en el camino al Forau de Aiguallut
La Cascada de Aiguallut no quedaba lejos. Incluso, se escuchaba y veía desde donde estaban los caballos. Llevaba mucha agua, que bajaba del Aneto.
Cascada de AiguallutCascada de AiguallutCascada de AiguallutCascada de AiguallutCascada de AiguallutCascada de AiguallutCascada de AiguallutCascada de AiguallutMery, Pepe y Chewi en la Cascada de AiguallutMery, Pepe y Chewi en la Cascada de AiguallutChewi en la Cascada de Aiguallut
La típica foto de postal de la Cascada de Aiguallut es con el Aneto al fondo, sin embargo, yo no tuve la suerte de verlo porque las nubes lo taparon. Estuve esperando sentado durante casi media hora para ver si se levantaban, pero no tenía pinta de que eso fuera a suceder. Como me estaba quedando frío, decidí darme la vuelta y volver al coche.
Forau de AiguallutEntre las nubes está el Aneto
Hay que decir que las aguas del Forau de Aiguallut desaparecen bajo la tierra durante 4 kilómetros para luego aparecer en el vecino Valle de Arán. Días después, me acerqué a la otra parte para verlo igualmente.
Las aguas del Forau desaparecenLas aguas del Forau desaparecen
Aunque parecía que el día estaba despejado y soleado, realmente, hacía mucho viento (de ahí que me quedara frío esperando a ver el Aneto).
Tiempo soleado en el Forau
Estando ya de vuelta en el Refugio de la Besurta empezó a llover. Suerte la mía. Hice las últimas fotos antes de montarme en el coche para volver al pueblo.
Vistas desde el Refugio de la BesurtaCascada divisada desde el Refugio de la Besurta
Según iba bajando hacia Benasque, paré el coche en varios apartaderos para fotografiar el otoño en el valle. Aquí estaba bastante avanzado y el monte lucía un colorido muy bonito.
Otoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasqueOtoño en el Valle de BenasquePresa de Paso NuevoPresa de Paso NuevoPresa de Paso NuevoPresa de Paso Nuevo
Hasta aquí mi primera mañana en el Valle de Benasque. Por la tarde tocaría visitar dos pequeños pueblos que Inma me aconsejó: Anciles y Sahún. Aunque no son muy grandes, su belleza hizo que me entretuviera bastante rato tirando fotos a sus calles.