En las visitas al Valle del Ambroz de este año tenía en la agenda desde hace un mes acercarme hasta Baños de Montemayor y así conocer el molino hallado a las afueras de la población. Así fue y aquí realicé la primera de las paradas por este valle, que da igual las veces que lo haya visitado en otoño porque me sigue enamorando en cada visita.
El río corría algo y pude hacer algunas fotos a pequeños saltos que caían entre las rocas.




Aquí la parada apenas duró 20 minutos y me volví al coche para acercarme hasta Puerto de Béjar.

Después de hacer la ruta en la localidad salmantina me dirigí hasta Hervás y fui directo al Puerto de Honduras. Eran las 13:00 aproximadamente cuando empecé a tirar fotos a mi carretera favorita de todo el valle.



Y, cómo no, mis pies se dirigieron hasta mi camino favorito de todo el Valle del Ambroz. Ese lugar que te ENVOLVÍA de magia al caminar bajo el colorido de sus castaños. Pronto, me di cuenta que algo había cambiado. Toda esa magia, esa emoción que desprendía HA DESAPARECIDO. El paisaje ha cambiado tan drásticamente que, por unos momentos, pensé que me había equivocado de camino. Cuando desperté de mi letargo me di cuenta que no me había equivocado, que aquel camino era el que mis pies han caminado durante los nueve otoños que lo he visitado.
Inspeccioné la zona intentando comprender qué había pasado. Primero pensé que un incendio había arrasado la zona, sin embargo, no había rastro de troncos quemados. El único rastro encontrado fue el de tala de árboles por doquier. En ese momento la rabia corría por mis venas. Desconozco la razón por la que se ha procedido a la tala de los castaños en este camino. Lo que sí sé es que se han cargado el Castañar Gallego de una manera acojonante. Para muestra, unas imágenes del castañar antes y ahora. Juzguen ustedes por sí mismos.


Con una profunda decepción volví sobre mis pies hacia la carretera. Pregunté a algunos senderistas con los que me crucé si sabían el porqué de esta tala, sin embargo, ninguno era de la zona y no supieron darme respuesta.
Antes de comerme un bocadillo a la hora de comer seguí ascendiendo con el coche por la carretera. Los castaños estaban en su punto ideal de colorido y alivió, en cierto modo, mi tristeza por lo que acababa de presenciar.




En las cercanías del Arroyo Romanillo paré a descansar un poco y comer algo. Al terminar, eché mano del trípode para hacer algo que ya hice el año pasado en este mismo punto: hacer fotos como loco a los distintos saltos de agua del arroyo. Estuve entretenido aproximadamente una hora y media.












Y hasta aquí mi aportación del Otoño Mágico 2024 por el Valle del Ambroz. Me resulta imposible acercarme los próximos fines de semana, por lo que hasta el año que viene, si todo sale bien, no volveré a fotografiar su otoño.
Sin más que contar, me despido hasta otra aventura. TIC TAC, TIC TAC, TIC TAC.