Aragón – Valle de Ordesa: ruta a la Cascada Cola de Caballo por la Senda de los Cazadores

Domingo 22 de octubre. Un día grande, se tenía que celebrar con la ruta más grande de todas.

El día que mi hermana cumplía la mayoría de edad (nótese la ironía), me levanté emocionado por lo que tenía por delante. A las 08:30, aún con escasa luz en el cielo, me disponía a acometer la ruta de la Cola de Caballo por la Senda de los Cazadores. Llevaba meses preparándome física y mentalmente para esta ruta, pues consta de un total de 22 km ida y vuelta (ida por la Senda de los Cazadores; vuelta por el Valle de Ordesa). El problema de esta ruta no es la distancia en total sino que los dos primeros kilómetros son durísimos. Si algún montañero experimentado, acostumbrado a salvar desniveles largos, lee esto, me dirá que soy un exagerado. Sin embargo, para los simples senderistas que tan solo nos dedicamos a realizar rutas de nivel bajo-medio, subir por la Senda de los Cazadores era todo un reto. Tan solo decir que en los primeros 2,5 kilómetros, hasta que se llega al Mirador de Calcilarruego, se ascienden 750 metros, es decir, hay un desnivel del 30%.

Mis pies se ponían en movimiento siendo consciente de que iba a sufrir de lo lindo, pero estando totalmente convencido de que iba a lograr mi objetivo. Recordaba una y otra vez las palabras de Alberto el día anterior cuando le dije que iba a seguir esta ruta: «tú a tu ritmo. Si la gente te adelanta, que tiren. No intentes seguirlos. Cada persona necesita su tiempo». Sabias palabras, querido Alberto.

Enseguida, me di cuenta de que Alberto me dijo eso por algo. En mi camino me adelantó todo el mundo y yo veía que me iba quedando solo. Un par de chicos, que se les veía físicamente bien preparados, me desanimaron cuando les pregunté si ya llevaba más o menos la mitad del camino. Me dijeron que no. Tan solo llevaba un tercio de la ascensión al mirador y yo estaba ya medio reventado. Cada dos o tres minutos tenía que pararme a tomar oxígeno. Un rato antes, en el Centro de Información, me dijeron los forestales que se tardaba en subir de dos a dos horas y media. Con tanta parada, me conciencié que lo mío se iba a ir hasta las tres horas.

Otra cosa que me desanimaba era que la subida se realizaba entre un bosque cerrado de pinos y abetos. El paisaje no me atraía lo más mínimo, salvo algún que otro claro entre los árboles que mostraba poco a poco la altura que iba ganando.

Cascada de Cotatuero subiendo por la Senda de los Cazadores
Cascada de Cotatuero subiendo por la Senda de los Cazadores

Además de las paradas que hacía cada 2/3 minutos para coger oxígeno, hice dos paradas largas que constaron de 10 a 15 minutos de descanso. La primera la hice a la hora de estar caminando. La segunda, a las dos horas de estar en movimiento. Fue en la segunda parada donde miré el reloj, que marcaba las 10:30, y me dije a mí mismo bastante desanimado: «y todavía te queda otra hora más de subida. Pero lo voy a lograr».

Me levanté estando totalmente convencido de que aún me quedaba mucho camino por delante para llegar al Mirador de Calcilarruego. Eché la vista arriba y se veía una buena cuesta. Pasito a pasito, lentamente, comencé a ascender. Apenas pasaron 5 minutos, vi a lo lejos la silueta de una persona (era un hombre con quien había coincidido en la subida y que se adelantó). Mi satisfacción fue mayúscula al ver que él estaba ya arriba, en el mirador, haciendo fotos. Sin demora, aún sin apenas oxígeno, mis pies comenzaron a caminar más deprisa. Quería terminar cuanto antes con aquel sufrimiento y poder comerme la mitad del bocadillo que llevaba en la mochila.

Finalmente, no tardé tres horas en subir al mirador. Fueron dos horas y diez minutos. El sufrimiento llevado encima con la subida, el cansancio, el dolor de pies y piernas, fue compensado con las increíbles vistas hacia todo el Valle de Ordesa. Eran parecidas a las obtenidas el día anterior desde los Miradores de Ordesa, sin embargo, conquistar aquel paisaje con los pies era algo muy distinto a conquistarlo con las ruedas del 4×4. La emoción fue tan mayúscula que me faltó poco para llorar. Y si no lo hice fue porque el hombre seguía en el mirador tirando fotos. Volví a hablar con él. Me dijo: «cada persona tiene su ritmo y lo importante es tomárselo con calma para llegar arriba. Hay mucha gente que empieza muy fuerte y a mitad de camino se ha tenido que dar la vuelta. Tú lo has logrado». Se despidió de mí y siguió su ruta por la Faja de Pelay. Yo decidí quedarme un rato más para disfrutar de aquel paisaje y descansar un rato largo.

Vistas desde el Mirador de Calcilarruego
Vistas desde el Mirador de Calcilarruego
Vistas desde el Mirador de Calcilarruego
Vistas desde el Mirador de Calcilarruego

Desde este mirador hasta la Cascada de la Cola de Caballo todo es ir llaneando y descendiendo suavemente. A partir de aquí es cuando comencé a disfrutar de verdad con la ruta. Apenas cinco minutos en movimiento y tuve ante mí uno de los paisajes que estaba deseando ver: la brecha de Rolando. A una parte está el Pirineo Aragonés; a la otra parte está el Pirineo Francés. Os animo a buscar por internet la leyenda de esta brecha.

Hacia la Faja de Pelay
Refugio de Calcilarruego
Brecha de Rolando (entre otros)
Brecha de Rolando (entre otros)
Brecha de Rolando (entre otros)

No dejaban de sorprenderme las impresionantes vistas obtenidas. En un momento, Monte Perdido incluso hacía el amago de mostrarme su cara, pero las nubes seguían cubriéndole casi en su totalidad.

Monte Perdido se asoma tímidamente
Monte Perdido se asoma tímidamente

Seguí caminando por la Faja de Pelay ante la maravilla de colores otoñales que poco a poco se dejaba ver en Ordesa. Aunque aún no alcanzaba el tono que a mí me fascina, el paisaje era digno de ver.

Vistas desde la Faja de Pelay

Y así, sin esperarlo ni creerlo, las nubes desaparecieron un instante y, al fin, pude ver la cara completa de Monte Perdido. Mi emoción fue tal, que le tiré una foto con el móvil y se la mandé a Alberto diciéndole que al fin lo encontré. En esos momentos, ni imaginaba que horas después iba a estar ante sus pies y haciéndole una reverencia.

Monte Perdido se dejó encontrar
Vistas desde la Faja de Pelay

Me interné en un bosque de hayas, que mostraba un bonito colorido. Ese sí era el otoño que a mí me encanta.

Bosque de hayas en la Faja de Pelay

Si hasta ese momento la ruta me resultaba espectacular, a partir de ahora todo cambiaría a mejor. Cuanto más me acercaba a la Cola de Caballo, el paisaje me parecía más bonito. Y Monte Perdido terminó de destaparse la cara para mi deleite.

Vistas desde la Faja de Pelay
Monte Perdido y El Cilindro de Marboré
Vistas desde la Faja de Pelay
Vistas desde la Faja de Pelay
Vistas desde la Faja de Pelay
Vistas desde la Faja de Pelay
Vistas desde la Faja de Pelay
Monte Perdido

Volví a coincidir con el hombre que vi en el Mirador de Calcilarruego. Descansaba comiéndose un bocadillo y decidí pararme a charlar con él. Luego, juntos, iniciamos el camino hasta la Cola de Caballo. Estuvimos intercambiando opiniones. Me dijo que él era de Zaragoza y que quería llegar pronto a la pradera porque luego tenía dos horas más de viaje en coche hasta la capital aragonesa.

El cañón de Ordesa se abría ante nosotros a cada paso dado. Pronto, vimos a lo lejos las Gradas de Soaso y la Cola de Caballo.

Gradas de Soaso a nuestros pies
Gradas de Soaso a nuestros pies
Vistas desde la Faja de Pelay
Añisclo y Monte Perdido
La Torre de Marboré
Primera aparición de la Cola de Caballo
Primera aparición de la Cola de Caballo

La llegada a la Cola de Caballo se me hizo algo larga. Cuando la ves por primera vez desde la Faja de Pelay parece que está cerca, sin embargo, aún faltaban 20 o 30 minutos para llegar. Al hacerlo, me resultó mucho más bonita que en 2021, cuando apenas tenía un hilo de agua. Ahora, iba cargada hasta arriba.

Llegada a la Cola de Caballo
Llegada a la Cola de Caballo
Llegada a la Cola de Caballo

La parada más larga del día la hice aquí. Me terminé el bocadillo y descansé, aunque no quería quedarme frío porque luego me costaría más ponerme en movimiento. Le dije al hombre de Zaragoza que yo iba a ir tirando, que seguro que nos encontrábamos de nuevo en la ruta.

Me entretuve haciendo fotos al cañón de Ordesa y las diferentes cascadas que se habían formado con las lluvias caídas durante la semana.

Cañón de Ordesa
Cascada formada con las lluvias
Cascada formada con las lluvias
Cascada formada con las lluvias

En un momento, miré hacia atrás para despedirme por última vez de Monte Perdido. Me costó mucho encontrarlo, no obstante, me iba a volver a casa con multitud de fotos de él. Aunque había algunas nubes, por arte de magia, en un par de minutos salió el sol y se quedó totalmente despejado, pudiendo fotografiarlo junto al Cilindro de Marboré.

Despedida de Monte Perdido y el Cilindro de Marboré
Despedida de Monte Perdido y el Cilindro de Marboré
Despedida de Monte Perdido y el Cilindro de Marboré
Despedida de Monte Perdido y el Cilindro de Marboré
Despedida de Monte Perdido y el Cilindro de Marboré
Mujer mostrando sus respetos ante Monte Perdido

Antes de seguir el camino hacia las Gradas de Soaso volvió a darme alcance el hombre de Zaragoza. Sabía yo que, tarde o temprano, íbamos a coincidir de nuevo en la ruta.

Las Gradas de Soaso iban también cargadísimas de agua. ¡Menudo momento el verlas así!

Llegando a las Gradas de Soaso
Gradas de Soaso
Gradas de Soaso
Gradas de Soaso
Gradas de Soaso
Vistas desde las Gradas de Soaso
Gradas de Soaso
Gradas de Soaso
Gradas de Soaso

Me entretuve bastante fotografiando las Gradas de Soaso y perdí la pista del hombre de Zaragoza. Él se había quedado en la parte alta captando toda su esencia y yo decidí continuar mi camino. Inicié la marcha sin despedirme de él. Fue un placer haber compartido parte de la ruta con esta persona. Antes de abandonarlas definitivamente, vi llegar a dos mujeres que pasaban los 70 años. Un grupo de chicas que tenía delante las ayudaron a cruzar un tramo un poco peligroso (aún queda fe en la juventud) debido a que podían resbalar. Una de ellas me dijo: «se las ve cansadillas». Y yo le contesté: «oye, que yo firmo ahora mismo llegar a su edad y poder venir desde la pradera hasta las Gradas de Soaso». Ella me respondió: «y yo también. Seguro que estas mujeres han sido montañeras o senderistas toda la vida y por eso tienen esta fuerza de voluntad a su edad».

Con la admiración ante las dos ancianas, continué mi camino. A cada paso dado, el río Arazas mostraba su belleza con el agua que corría y con el color otoñal que dejaba ver. Algunas zonas tenían más colorido que otras para deleite de los que teníamos la suerte de verlo.

Hayedo de Ordesa
Hayedo de Ordesa
Río Arazas
Río Arazas
Río Arazas
Río Arazas
Río Arazas

La llegada al lugar que me sirvió de refugio de la lluvia que caía en esos momentos durante mi ruta del año 2021, me indicaba que, pronto, me internaría en la profundidad del hayedo de Ordesa.

Llegando al hayedo de Ordesa
Llegando al hayedo de Ordesa
Internándome en el hayedo de Ordesa
Caminando por el hayedo de Ordesa

El estruendo del agua se oía mientras caminaba por el hayedo. La sucesión de cascadas era continua y disfruté como un niño pequeño con un chupachús.

Cascada en el río Arazas
Cascada en el río Arazas
Río Arazas
Río Arazas

Las cascadas anteriores me hicieron ver que estaba a punto de llegar a mi lugar favorito de Ordesa: la Cascada del Estrecho y la Cascada de la Cueva. Sí, habéis leído bien: MI LUGAR FAVORITO. Cuando la mayoría de la gente prefiere la Cascada de la Cola de Caballo, sin lugar a dudas, mi favorita es la Cascada de la Cueva. Para mí, la Cascada de la Cueva representa la belleza suprema otoñal del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.

Indicaciones hacia las cascadas
Cascada de la Cueva
Cascada de la Cueva
Cascada del Estrecho
Cascada del Estrecho

Tengo que confesaros una cosa: cuando en 2021 vi la Cascada del Estrecho me pareció de lo más normalita. Había leído por internet infinidad de opiniones de la gente diciendo que era una auténtica belleza. A mí me decepcionó un poco. Claro, en 2021 apenas llevaba un hilo de agua y no pude ver la auténtica belleza de esta cascada. En 2023, mi concepto ha cambiado totalmente y ha pasado a estar en el top 2 de las cascadas que he visto en Ordesa. Por delante, por supuesto, sigue la Cascada de la Cueva. Fotografiando la Cascada del Estrecho coincidí con un grupo de tres chicas, que apenas alcanzaban los veinte años. Postureaban haciéndose fotos. Una de ellas le decía a otra que no le gustaba cómo había quedado y le invitaba a hacerse otra. La que le hacía fotos con el móvil me miró y se rio. Le dije: «qué paciencia, eh». Y me contestó: «no lo sabes bien. No le gusta ninguna». Da gusto encontrarse en la naturaleza con gente sana de todas las edades que tan solo han ido a disfrutar del entorno.

Decidí volver a la pradera de Ordesa por el camino que enlaza con la Senda de los Cazadores. Dos años atrás, tomé el camino paralelo a la otra parte del río y esta vez quería cambiar. No me arrepentí, a pesar de que había tramos donde no me atraía nada en absoluto para fotografiar.

Indicaciones hacia la Pradera de Ordesa
Otoño en Ordesa

A la llegada a un pequeño puente de madera fue donde más me entretuve. Había un bonito color de otoño que se juntaba con el agua azul turquesa del río Arazas.

Río Arazas
Río Arazas
Río Arazas
Río Arazas

El cansancio en el cuerpo era notable. La llegada hasta la pradera se me estaba haciendo eterna y yo tan solo quería llegar al hotel para meterme en la bañera y relajarme. Al internarme de nuevo en el bosque coincidí con un matrimonio de Bilbao (¡qué recuerdos me trae esta ciudad!). Les pregunté si quedaba mucho para llegar a la pradera y me animaron diciendo que en 20 minutos como mucho estaría allí.

Internándome en el hayedo
Llegando a la pradera
Sendero adaptado para minusválidos
Río Arazas
Pico Otal nevado

Ocho horas y cincuenta minutos después llegué de nuevo a la Pradera de Ordesa (salida a las 08:30. Llegada a las 17:20).

Tozal del Mallo desde la Pradera de Ordesa
Río Arazas desde la Pradera de Ordesa

Justo a mi llegada, me giré hacia atrás y vi llegar también al hombre que me acompañó durante parte de mi ruta. Bien creía que no iba a volver a verlo, sin embargo, la vida nos dio la posibilidad de despedirnos. Si os habéis dado cuenta, en ningún momento menciono su nombre. Más que nada, porque ni él sabe cómo me llamo yo, ni yo sé cómo se llama él. Tan solo sabemos el uno del otro que yo soy de Cáceres y que él es de Zaragoza. Es lo bonito de compartir experiencias en la naturaleza con gente de la que no sabes nada de su vida. Te brindan momentos, intercambias vivencias y, al terminar, cada uno sigue con su camino.

Llegados a este punto, si alguien se pregunta qué opción es mejor para ir a la Cola de Caballo tengo que decir que es una difícil elección. Quizá, elijo la Senda de los Cazadores porque te da la posibilidad de ver más cosas, todo el Valle de Ordesa desde lo alto. Sin embargo, si alguien no se encuentra preparado físicamente y mentalmente de acometer esta ruta y decide tomar el camino de ida y vuelta por el valle, os aseguro que no se van a arrepentir en absoluto. De verdad os digo que una de mis mejores experiencias en la naturaleza la viví en 2021 cuando hice esta ruta por el valle (tanto la ida como la vuelta). En aquella ocasión, había estado lloviendo toda la noche anterior y no me atreví a tomar la Senda de los Cazadores. Dos años después, me he quitado esa espina. Y, como dije en una entrada anterior, no solo me quité esa espina sino que han sido hasta tres espinas las que me quité este día:

1-Acometer la ruta hacia la Cola de Caballo por la Senda de los Cazadores.

2-Conseguir ver Monte Perdido (en 2021 también lo cubría las nubes y nieblas).

3-Conseguir ver las cascadas de Ordesa con abundante agua.

Sin más que decir, me voy despidiendo de vosotros siendo consciente de que, quizá, me he explayado mucho escribiendo y contando las experiencias vividas. Si alguien llega hasta aquí sin haberse parado a leer todo, os hago un resumen en siete palabras de lo vivido y que tan solo los que han estado aquí comprenderán:

PARQUE NACIONAL DE ORDESA Y MONTE PERDIDO

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