El pasado fin de semana, los días 14, 15 y 16, fueron días para pasarlos en una de las ciudades más bonitas de Europa. Se trata de Oporto.
Fue a mediados de febrero cuando unos amigos me propusieron la idea de viajar hasta esta ciudad justo el fin de semana siguiente de Semana Santa. Aunque económicamente no me venía muy bien, acepté sin dudar. Como dice el dicho: carpe diem.
El viernes poníamos rumbo desde Cáceres hacia tierras portuguesas. Por delante teníamos cuatro horas y media aproximadamente, con lo cual había que entretenerse de alguna manera y tuvimos que improvisar algún canto durante la excursión. La consecuencia: al llegar a Oporto no paró de llover en toda la tarde/noche. Nos calamos de arriba abajo y al llegar al hotel tuvimos que echar mano de los secadores de pelo para secar un poco la ropa y zapatillas. Estaba todo controlado. En ningún momento salió ardiendo la habitación 😉 😉 😉
Debido a la lluvia, el viernes no hice ninguna foto. Tan solo nos dedicamos a realizar un tour en autobús por la ciudad. Se trata de la línea naranja y no vimos prácticamente nada. El estar todo cerrado de nubes e, incluso, niebla hizo que el tiempo invertido apenas mereciera la pena. Y digo apenas porque nos pasó una anécdota en el autobús de esas de intentar aguantar las risas y no poder hasta reventar.
El sábado por la mañana amaneció totalmente soleado y con temperaturas tirando a cálidas. Nada que ver con el día anterior. Lo primero que hicimos fue desayunar en el centro y luego cogimos la ruta azul del mismo autobús que el día anterior. Aquí sí aproveché para tirar muchísimas fotos.






















En la contratación del autobús para las líneas naranja y azul también entraba un paseo en barco por el río. Nos costó 28 euros por persona. Fue después de comer cuando nos dimos este tranquilo paseo por el río Duero. Desde mi punto de vista, aquí conseguí las fotos más bonitas de Oporto.



























Una vez terminado el paseo en barco, decidimos montar en el teleférico que cruza el río. Nos dejó en lo alto del puente de hierro, desde donde hay unas vistas espectaculares de Oporto. Lástima que el sol estuviera en una posición donde las fotos salían mal. No obstante, alguna medio decente pude hacer.








Las dos últimas horas del sábado por el centro las dedicamos a comprar algunos souvenirs, algo de cena y volver al hotel. Mientras mis amigos buscaban imanes para la nevera, yo me dediqué a fotografiar el amor entre dos palomas.

Y también la catedral con las últimas luces del día.

El domingo por la mañana lo dedicamos a visitar la Librería Lello, que sirvió de inspiración para J. K. Rowling en sus obras de Harry Potter. La entrada nos costó 5 euros por persona. Sinceramente, me parece un precio razonable con tal de ver esa maravilla. La espera en las colas que se forman en la entrada bien merece la pena.





Nos despedimos de esta maravillosa ciudad asistiendo a un mini concierto en directo. El grupo se llamaba Curcumbia y me gustó mucho el ambiente que generó alrededor cuando empezaron a tocar los instrumentos.

Después de comer tocó volver a nuestro querido Cáceres con un montón de recuerdos, anécdotas y, sobre todo, muchas, muchísimas risas compartidas por las calles de Oporto, en los autobuses y en el hotel. Por encima de todo, en este último. Prometo que en ningún momento jugamos a las carreras de pijama por el largo pasillo, ni tampoco hicimos un desfile militar por el mismo, ni, por supuesto, tampoco hicimos corridas de toros de una habitación a otra. Nosotros, como buenos adultos responsables que somos, estábamos metidos en la cama a las 22:00 y manteniendo silencio en todo momento.
Sin más, me despido hasta la próxima entrada, que será muy pronto porque en un par de días saldré a hacer fotos a las aves.